Una Lucha de Clases. Crítica de “La Guerra Silenciosa” de Stéphane Brizé
Después de prometer a 1100 empleados que protegerían sus empleos, los gerentes de una fábrica deciden cerrar repentinamente el negocio. Laurent toma la delantera en una lucha contra esta decisión. Por Bruno Calabrese.
Un docudrama con tintes sociopolítico es el nuevo trabajo de Stéphane Brizé. Al igual que en su película anterior, “El Precio de un Hombre”, el director aborda un conflicto emparentado con lo laboral. Mientras que en su antecesora contaba la historia de un hombre de 51 años desempleado, tratando de llevar adelante un status quo familiar, en esta el conflicto está centrado en un delegado gremial luchando por mantener su trabajo. Nuevamente Vicent Landon, de manera brillante, se pone sobre sus espaldas toda la carga dramática, con ciertos tintes heróicos, del trabajador ya entrado en años, a punto de ser abuelo, que lucha por sostener su trabajo y el de sus compañeros.
El conflicto surge cuando en una fábrica francesa perteneciente a un grupo alemán se había acordado con sus trabajadores un importante recorte salarial para mantener la compañía a flote. La promesa había sido por cinco años. Sin embargo, dos años después de ese acuerdo, deciden cerrar la fábrica porque la rentabilidad, si bien es positiva, no está dentro de los estándares aceptables por los accionistas. Los empleados liderados por Laurent Amédéo (Vicent Landon) se niegan a aceptar una resolución tan injusta y comienzan sus exigencias. Lo que trae aparejado reuniones entre los distintos representantes sindicales, entre los obreros y las autoridades y una tercera en la que se suman representantes del gobierno. De un lado de la mesa de negociaciones está la cúpula directiva fría y soberbia, del otro lado los delegados gremiales temerosos y desafiantes, y en el medio los agentes del Estado que tratan de conciliar y ofrecer soluciones.Pero el conflicto se dilata, casi tres meses, lo que empieza a hacer que la unidad entre los trabajadores se empiece a resquebrajar y con ello la estabilidad emocional de Laurent.
Con cámara en mano y planos generales, en los cuales el centro de atención es siempre Laurent, Refleja de manera realista los sucesos que se suceden a través de un conflicto de esta índole. El clima de tensión es permanente, sobre todo en las reuniones entre trabajadores y funcionarios de la empresa, pero también cuando empiezan a surgir los reclamos internos entre los futuros desempleados. El director no toma partido por ninguna de las partes, solo refleja a modo de documental las posturas de cada uno. No presenta a héroes y villanos, solo muestra a seres humanos luchando por sus propios intereses. Es ahí donde surge lo más interesante, cuando uno desde el lugar con el que se sienta más identificado pueda empatizar en mayor o menor medida con una de las partes.
“La Guerra Silenciosa” sirve para entender el contexto actual. Refleja la desesperación de un grupo de trabajadores en su lucha por no perder su fuente de ingreso. Nos muestra como la segmentización por parte de los medios a la hora de armar un relato influye en la percepción que uno puede tener de un conflicto. Corporiza a actores que trabajan en pos de lo que dicta “el mercado”, que tardan en dar la cara ante los asalariados; y sirve para entender que no todo es blanco o negro, que dentro de los conflictos existen seres humanos, que sienten y que sufren. Todo dentro de un clima de angustia que avasalla al espectador y lo interpela a la hora de ponerse de un lado o del otro. Excelente film, necesario y revelador.
Puntaje: 90.