La dignidad no tiene precio.
En tiempos de aparente triunfo imperialista y capitalista, en donde todo se compra o se vende, nada ni nadie parece alentar a la clase trabajadora a enfrentarse ante quien sea por lo que considera justo. ¿Qué será capaz de hacer un sólo hombre contra “los poderosos”, en pos de hacer justicia?
La guerra silenciosa (En guerre, 2018) nos relata la lucha de trabajadores que realizaron un enorme sacrificio financiero, respetando un “trato empresarial” y beneficiando al empleador – en el que sólo se favorecen los accionistas-. No obstante, la gerencia alemana de la fábrica Perrin Industrie toma la terrible decisión de cerrar la misma. El acuerdo se despreció, las promesas no se respetaron; los 1100 empleados, liderados por su portavoz Laurent Amedeo (Vincent Lindon), rechazan esta decisión brutal e intentarán todo para salvar su trabajo. Sin embargo, sólo Laurent tiene muy claro el panorama y cuál es la meta: conservar el empleo y mantener un sueldo para siempre.
Stéphane Brizé, director y co-guionista, se involucra personalmente con este polémico film, siempre relatando el drama desde el punto de vista del protagonista y con un recurso periodístico adaptado al cinematográfico, con informes de noticias de televisión reconstruidos y convincentes. Además, nos enteramos de lo que sucede cuando las cámaras quedan fuera de reuniones privadas, en un ámbito déspota. Vincent Lindon es un actor de imponente personalidad y vasta trayectoria, indispensable para interpretar semejante papel, en el que es el responsable de superar sus propios límites para lograr vencer todos los obstáculos que se le presentan en el trayecto; lidiando con sus pares débiles que se someten al poder por miedos e inseguridades, y con los empresarios, quienes tienen mayor autoridad que los políticos y con sus problemas personales. Jamás se doblega y tiene muy presente que la solidaridad que necesita por parte de sus compañeros, no paga las cuentas, puesto que él y su familia viven la misma realidad.
El cine interesado y comprometido con la clase trabajadora, nos deja un claro, fuerte y en este caso, algo extremista, aunque lamentablemente real mensaje, y es que existen dos bandos trazados por el dinero, el del poder funciona sólo porque mantiene dividido al subordinado. Quizás para ganar nuestros derechos perdidos debamos superarnos a nosotros mismos, comprender que estamos solos con una lucha interna, y que, en definitiva, toda guerra es silenciosa e individual.