Home, la primera película de Ursula Meier, estaba organizada por la horizontalidad y las líneas de fuga; La hermana retoma la idea pero en sentido vertical. La directora emprende una exploración física, atmosférica y cruel del contraste entre los de abajo y los de arriba. Arriba está una estación de esquí top y abajo un barrio gris. La oposición espacial es también social: Simon, un niño de abajo, sube diariamente para robar, con una abnegación meticulosa, los esquíes, anteojos, guantes y otras prendas de vestir de los afortunados, para vendérselas luego a los de abajo. Dos mundos. El cielo baja, la nieve se vuelve barro y la montaña proyecta sus sombras. Una zona de fábricas abandonadas, playas de estacionamientos y viviendas feas y tristes. Simon vive en uno de esos departamentos con su hermana mayor Louise, una joven salvaje e infeliz que confía en el pequeño para sobrevivir. La familia de Simón parece no existir y el carácter extraño del vínculo con su hermana, la proximidad ambigua de sus cuerpos, hace prever una revelación que se produce en la mitad de la película y que se justifica sólo para reactivar el guión. Todo lo que debería surgir progresivamente parece forzado, la dimensión angustiante por la falta de espacio se genera filmando de cerca, sobre el cuerpo del niño, conteniéndolo en espacios exiguos. Del mismo modo, la tensión entre el interior y el exterior no se vive de una manera dinámica: los sonidos de la autopista se introducen en la burbuja del departamento, último refugio frente a un mundo exterior amenazante. La directora revela demasiado su juego y dirige el relato con pereza hacia un cine conformista que busca el reconocimiento social por sobre el cinematográfico.