El guardián de mi hermana
Dato curioso acerca de los hermanos: siempre están convencidos de que son el guardián del otro. Pueden ser los menores o los mayores, no hacer las compras ni la cena, no han trabajado un día de sus vidas y quizás no regresen a casa por la noche, pero por orfebrería de la vida se encuentran en un estatuto de poder idéntico y sobre esa igualdad innata basan una tensa relación de dar y esperar recibir. De eso trata La hermana (L'enfant d'en haut, 2012).
Simon (Kacey Mottet Klein) es el protagonista, un niño de 12 años; Louise (Léa Seydoux) es la epónima hermana, de veintilargos. Son pobres y misteriosamente huérfanos. Viven en un apartamento ubicado en la base de un centro de esquí suizo, lo cual es mejor que una favela en Río, pero ahí lo tienen, son pobres. Simon vive robando esquíes a los turistas adinerados y revendiéndolos a cambio de dinero que su hermana prontamente malgasta en salidas nocturnas.
Seguimos a Simon en sus escapadas al centro de esquí, donde convive una fauna interesante de personajes – el chef escocés que le empeña los equipos robados, la blonda familia americana a la que Simon sigue en busca de afecto, los niños que le compran antiparras y mitones con su mesada, etc. El ritmo y tono lacónico de la película recuerda un poco a la obra del realizador Robert Bresson y su película El carterista (Pickpocket, 1959), sobre un ladrón metódico y compulsivo que se abre paso entre una muchedumbre anónima.
Otra película cabecera de esta, también de Bresson, es El dinero (L’argent, 1983), también sobre la compulsión pero más importantemente sobre el fetiche del dinero y las relaciones basadas en el dinero. Un personaje le pregunta a Simon en un momento para qué necesita dinero. Él responde con alimentos. Pero en realidad es para mantener viva la relación con Louise. Ambos se relacionan a través del dinero, en la medida en que Simon intenta comprar su amor (en una de las escenas más tristes de la película compra, literalmente, un abrazo) y Louise compra entretenimiento para la saga de novios que trae a casa.
Si bien por gran parte de la cinta no hay nada parecido a una trama narrativa, la película mantiene cierto velo de misterio entorno a los personajes y sus vidas. ¿Qué ha pasado con los padres? ¿Cómo se ha generado esta relación enferma? ¿De dónde sale la dejadez de Louise, y por qué Simon se hace cargo de ella? Hay un brutal giro a mediados de la historia que llega en el momento exacto para renovar nuestro interés, responder algunas preguntas y abrir otras tantas.
La hermana es un film callado e introspectivo, y dentro de ese silencio e introspección se toma su tiempo para retratar a sus dos personajes, hilvanar inquietudes entorno a la identidad de su relación y finalmente resolverlas. A veces linda con el aburrimiento, producto no de su tono o ritmo sino porque ya aparenta haberlo dicho todo, y hasta que se confirme lo contrario la cinta es un poco reiterativa. Tiene, además, tres o cuatro finales falsos, lo cual aletarga la película más de la cuenta. El verdadero final (lo identificarán porque es el más poético y armado de todos) es tan obvio a esa altura que se preguntarán por qué no terminó antes. Pero mientras dura, la película vale su peso como estudio de la relación fraternal entre sus personajes.