Intensa crónica del desamor
Una estación de esquí en los Alpes Suizos, lujosa, elegante, con sofisticados equipos y familias en tren de diversión. La mejor gastronomía y en el medio, Simon (Kacey Mottet Klein), enjuto, rubio, desvaído, aún niño. Trabaja sin descanso. Seleccionando gorros, antiparras, los mejores buzos. Una hormiga eficiente y puntillosa para apropiarse de lo ajeno. Quién puede pensar que en ese lugar para pocos, alguien como Simon, pueda robar. Y es él, el que vive allá, debajo de la estación de esquí, confundido en una torre descascarada de ese barrio tan desvaído como él.
Simón tiene sus clientes, los inmigrantes que cocinan, o atienden las mesas para los esquiadores, limpiando la estación, que casi siempre compran para revender. Y esos chicos no tan elegantes que buscan parecerse en algo a los señores del esquí.
SABER DISIMULAR
Siempre solo, Simon a veces tiene compañía. Louise (Léa Seydoux), la hermana mayor. Bien acompañada siempre, pero invariablemente necesitada de dinero, sin mostrar demasiado un ojo amoratado. o una lastimadura en su linda cara. Y ésa es toda la vida de Simon, el que se cambia de nombre para la señora americana que esquía con sus adorables hijos.
Pero Simon esconde un secreto, ése que no podrá ocultar y estalla ante uno de los tantos "amigos" de su hermana.
Crónica de la soledad y la desesperanza. Del niño que compra amor y abastece una frágil mentira que oculta la incomprensión.
Esta directora suiza, Ursula Meier, recuerda al mejor Rober Bresson y se toca con los hermanos Dardenne, en la presentación de sus antihéroes eternamente pobres. Con un guión denso y austero y conciso diálogo muestra una joya interpretativa de doce años, Kacey Mottet Klein (Simon) y una singular Léa Seydoux (Louise), que parece salida de una novela negra de Jean Genet, o las huestes de Emile Zola. Ursula Meier cuenta de manera impiadosa, casi con la frialdad de la nieve que cae en la estación de esquí y puede llegar a estremecer.