El compromiso con uno mismo
En la facultad de sociales se suele diferenciar a los autores más relevantes de acuerdo a etapas de su vida. Así, no es lo mismo el joven Marx, que el Marx maduro, o el viejo Marx, especialmente en su pensamiento. Pero también valen las circunstancias económico sociales que los rodean. Lo mismo vale apara Hegel, por ejemplo, o Kant. Ser el mismo a lo largo de la vida afecta; ver a otro igual siempre no permite entenderlo.
La joven Victoria trata un poco de eso. De cómo la que iba a convertirse en la reina más gloriosa de Inglaterra acaso se termina convirtiendo en reina porque no se banca a su madre, y especialmente al amante que se eligió una vez muerto el padre. De cómo aprendió lo mucho que después supo, de cómo tuvo el pueblo en contra y aprendió de esa adversidad para tenerlo a favor. La película se remite a sus años jóvenes, con esa idea falsa pero altamente digerible de que en las decisiones tempranas se trazan los mapas del futuro, negando el milagro, cosa que seguramente en otra película se refutará. Porque de eso se trata este tipo de cine, de reforzar un lugar común (no importa de qué lado de la ideología o del modo de vida se esté) a fin de conseguir la adhesión fácil, cómoda, muchas veces genuflexa, esa que por lo general ofrece la hinchada.
No está mal que sea para la hinchada, Más si el trabajo que la genera existe gracias al veredicto público. Pero como esos autores nombrados y como la misma Victoria, lo primero que deberían comprender es que el hincha número uno, de uno, debe ser uno mismo. Sólo así esquivarán los lugares comunes, y tal vez un día consigan esa obra que los vuelva memorables.