Otra incursión en el género de terror es trasladada a la pantalla por los Spierig Brothers, Michael y Peter, los mismos que entregaron la interesante Vampiros del día y también tuvieron el traspíé el año pasado con Jigsaw: El juego continúa.
El filme toma un caso real sobre la mansión victoriana más embrujada de los Estados Unidos que tenía más de cien habitaciones. Situada en California y a cincuenta millas de San Francisco, la casona fue construída por la heredera del creador de los rifles Winchester, Sarah Winchester -Helen Mirren-, que diagramó más de 160 habitaciones y escaleras -que no llevaban a ninguna parte- para esquivar a los fantasmas que la perseguían.
"Él viene por nosotros" se la escucha decir en esta historia inquietante que prometía entregar suspenso y terror en los diferentes recovecos del lugar. En La maldición de la casa Winchestertodo se derrumba en un convencional juego de fantasmas, salpicado por apariciones sorpresivas y llamados del "más alla".
Una historia con fantasmas que buscan venganza, como en tantas otras realizaciones, pero que no tiene el encanto de los títulos clásicos y desaprovecha el magnífico marco escenográfico y a los personajes a pesar de contar en el elenco con la británica Helen Mirren y Jason Clarke, en la piel de Eric, el psiquiatra adicto al láudano que arrastra sus propios fantasmas y es enviado para evaluar el estado de salud mental de la anciana.
Ni el esperado encuentro entre Sarah y Eric, ni el enigmático personal de servicio o de construcción que trabaja incansablemente para cumplir los delirios y exigencias de la dueña del lugar generan tensión, interés o intriga.
Entre tomas cenitales, flashbacks, intercomunicadores internos, un niño sonámbulo y habitaciones selladas, el miedo nunca aparece y abre la puerta para una continuación.