Una producción que se establece como impregnando atención, un filme que de antemano se sabe esta basado en sucesos históricos, en lugares de existencia real, tal como reza desde los avances y el saber popular, sin embargo es todo de tan mal ensamblado que ni siquiera funciona el axioma “si dice basado en hechos reales, no le creas”.
Lo que en un principio le otorgaba cierto interés anticipatorio era la presencia de la gran actriz inglesa Hellen Mirren acompañada. como un coprotagónico, por el actor australiano en ascenso por consenso Jason Clarke, a quien veremos dentro de poco en “Mudbounde”. Sumados a ellos varios actores de reparto entre los que se destaca la presencia de Sarah Snook, dirigidos todos por los hermanos Michael y Peter Spierig, también en progreso de consideración dentro de la industria por un par de producciones anteriores.
Esto instala la idea, e intención de desear, por parte del espectador de creer sobre lo que se ve en pantalla, parece lograrlo. Pero sólo durante los primeros treinta minutos, es durante este tiempo que el texto cinematográfico cumple con lo que parecía prometer.
La historia de la mansión Winchester, situada en California, a 50 millas de San Francisco. Esta construcción victoriana fue erigida por la heredera del creador de los rifles Winchester, Sarah Lockwood Winchester (Helen Mirren), y su convicción de que los fantasmas de los muertos por la creación de su marido la acosan la llevó a levantar más de 160 habitaciones, escaleras que no llevaban a ninguna parte y puertas que al abrirse descubrían un muro, todo con la intención de esquivar a los seres del otro mundo.
Los directivos de la empresa preocupados por la salud mental de la viuda, a la que creen se le volaron las chapas (aunque la construcción es de ladrillo y cemento) envían al Dr. Eric Price (Jason Clarke), medico psiquiatra, para que haga una evaluación de la mujer.
Pero el bueno del doctor tiene su propio “karma”, y la casa embrujada, no tardará en hacerle recordar que el titulo de psiquiatra no es un certificado de salud mental.
Desde la producción, la dirección de arte, la fotografía, el diseño de sonido, todo trabajado en pos de sensaciones y climas sugerentes e inherentes al género, pero de buena factura durante ese lapso de tiempo delimitado en el primer tercio del filme. Sumado al trabajo de cámara, desde los planos elegidos hasta la posición de las mismas, para hacer jugar a los espacios como otros protagonistas.
De hecho el nombre del filme se lo atribuye y “todo” transcurre dentro de esa mansión, supuestamente maldita, hoy un lugar turístico. Ubicada en San José, California..
Tampoco es casual que el relato se sitúe temporalmente en el año de 1906, en el que la ciudad de San Francisco quedo destruida por un terremoto. Para luego intentar sostenerse desde las actuaciones, que no pueden logar mantener el interés, ya que el catalogo de lugares comunes, los clichés se hacen presente a cada momento, exabruptos sonoros incluidos, relegando toda la película a la caterva de producciones mediocres, salvo raras excepciones, que se han ido realizando en los últimos años.
A partir de estas cuestiones es que la obra no depara sorpresa alguna, se torna demasiado previsible, por ende aburrido. Desperdiciando todo lo bueno de las interpretaciones.