Lucie viene de largos tratamientos de quimioterapia e internaciones, y enfrenta otros tratamientos agresivos sobre su cuerpo. La vemos desorientada, hasta añora la vida organizada y las costumbres hospitalarias. Este relato de autoayuda cae en cuanto atajo adocenado exista en el cine obcecado en demostrar algo banal desde el minuto uno. Así, la aceptación del propio cuerpo y la reconexión con él se ilustra con frases y situaciones que no respiran nunca, porque siempre están al servicio de alguna tesis. Tanto es así, que el personaje de Matthieu Kassovitz se revela claramente como un mero adorno.