Sensibilidad e ironía
Lucie parece tener todo en contra. Aunque su problema más grande sea el control de un cáncer de mama en remisión, ella siente que tiene todo en contra: una madre autoritaria que desacredita sus palabras y sus acciones, con la que además comparte su trabajo; a los 40 se siente fea y poco atractiva y siente que su vida se acabó. A pesar de las circunstancias dramáticas que le impuso al personaje central de su ópera prima, la directora y guionista Anne-Gaëlle Daval se permite abordar todas las desgracias reales o imaginarias que persiguen a Lucie (Florence Foresti) con un humor que aparece como relámpagos en medio de su desolación. El giro de la trama lo da la aparición casual de una especie de terapeuta emocional que propone una alternativa superadora a mujeres en crisis de salud o de autoestima, además de la recuperación del control sobre su cuerpo, aunque esté mutilado por alguna enfermedad. Sin forzar ningún aspecto de la trama ni a favor del dramatismo ni del humor forzado, la película acompaña a la protagonista en el tránsito doloroso de reconocerse y aceptarse. Y aunque por momentos cede a las convenciones, Daval resulta una narradora sensible de las problemáticas y conflictos femeninos entre los que no excluye la relación con los hombres.