“Los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios”.
Carlo Dossi
“Loco no es el que ha perdido la razón, sino el que lo ha perdido todo menos la razón”.
G. K Chesterton
Hasta el miércoles 6 de septiembre, el documental de Nísenson se proyectará en el Gaumont todos los días a las 13:50 y a las 20.
Osado es un adjetivo justo para calificar La mirada del colibrí, documental que se estrenó ayer en el cine Gaumont. Para empezar, resulta atrevido –acaso temerario– el propósito de abordar la lucha en defensa del ecosistema de la cuenca del Río Luján, porque la aventura pone en evidencia la arista criminal de un negocio inmobiliario tan inescrupuloso como millonario. Por otra parte, también es arriesgada la decisión de concentrar en una sola persona la representación de esta otra pelea desigual contra un Goliat, máxime cuando el David de turno es un hombre añoso, delgado y con antecedentes psiquiátricos.
En las antípodas de las producciones televisivas de la National Geographic, Pablo Leónidas Nísenson hace intervenir a un solo experto académico en su séptima película. Es que el realizador argentino parece haber encontrado en Francisco Javier de Amorrortu el prototipo de Loco que definieron, cada uno en su país y en su tiempo, los escritores citados al principio de esta reseña. En otras palabras, un sabio avant la lettre que habrá perdido todo (o mucho) salvo la razón.
Nísenson y su equipo de filmación aparecen varias veces ante cámara mientras entrevistan o simplemente retratan a su protagonista. También los representa la voz en off del realizador, que conjuga unos cuantos verbos en primera persona del singular. De esta manera, la denuncia del daño irreversible que la construcción de barrios lujosos provoca en los humedales de la Provincia de Buenos Aires incluye la crónica de un encuentro revelador entre habitantes de dos mundos: el grupo de cineastas, integrantes de una sociedad enferma de normalidad, y De Amorrortu y las musas que lo visitan en un rincón paradisíaco de la localidad de Pilar.
A medida que avanza, el largometraje señala más cordura en ‘El campito’ que en el reino de las normas dictadas por la Ciencia, el Mercado, el Estado. Este desequilibrio local es un síntoma del desmadre ecológico global que, según Don Francisco, avanza progresivamente desde que Occidente se rige por las leyes de la física descubiertas por Isaac Newton hace casi cuatro siglos.
El protagonismo central acordado a De Amorrortu corre el riesgo de fastidiar a algunos espectadores, sobre todo porque el hombre rara vez deja de hablar, no sólo a sus interlocutores sino en los monólogos que sube a su cuenta de YouTube (y que Nísenson reproduce parcialmente). Esta porción de público debería hacerles caso a las recomendaciones del realizador y darse una oportunidad con este activista atípico.
La mirada del colibrí constituye algo más que otra expresión del cine nacional comprometido con la defensa de nuestro medio ambiente. Se trata además de la semblanza de una mente sufrida, inquieta, híper informada, por momentos afiebrada y monotemática, que no ostentará la juventud del David bíblico pero sí su fortaleza espiritual. Sin dudas, la propuesta del osado Nísenson merece ochenta minutos de nuestra atención.