Lo primero que hay que saber de La mirada del colibrí es que es el cuarto documental hecho por el realizador Pablo Nisenon. Este no es un dato menor, ya que gracias a su siempre interesante forma de abordar las temáticas, se podría decir que se nota comprometido con los temas con los que trabaja.
Esta nueva obra sigue a Franscisco Javier Amorrortu, quien exige un ambiente sano para vivir y por eso inicia miles de denuncias para mejorar el futuro del hombre. Se trata de un personaje imposible de olvidar, querible e interesante de escuchar como puede verse en varios videos de YouTube. Es ese compromiso que él conlleva lo que uno termina resaltando y es también en cierto sentido lo que genera una simpatía hacia su persona. Durante 80 minutos, Nisenon filmará cómo es un día común en su vida y también se prestará a debatir con él sus ideas.
Anteriormente hacía referencia al compromiso con su trabajo; lo que hace acá Nisenon es interesante, y en lugar de convertirse en una voz en off de documental, pone el cuerpo, como cuando se lo ve entrando a la casa de Amorrortu en El campito, Pilar. Es decir, se lo ve interactuando en lo que cuenta, porque le interesa, porque no puede mirarlo a distancia como si fuera un dios que ve a sus criaturas. Es esa originalidad lo que también le juega a favor a este proyecto cuyos temas pueden ser engorrosos por momentos pero que son tratados con la simpleza suficiente para que terminen siendo entendibles. Y eso es algo para agradecer; que no se quede en un intercambio de ideas académicas, sino que esté pensado para que lo que trata de expresar Amorrortu llegue a la máxima cantidad de gente posible.
La mirada del colibrí empieza con lo que parecen ser un conjunto de células vistas por el protagonista de esta historia, cuando la cámara se va alejando vemos que en realidad es una ciudad, tal vez esa sea la escena que mejor explica a este valioso documental: La Tierra vista por alguien que vela por ella.