¿Qué no haría una madre por su hijo? Cuantas veces esta frase, lugar común para hablar del “amor” a prueba de todo que una mujer siente por sus críos. Pero por más trillada que suene, el director Calin Peter Netzel, en su tercer largo, lo lleva a otra dimensión, al extremo.
Si cualquier madre (promedio) se jugaría por su hijo, una madre asfixiante llevaría el límite mucho más lejos. Pregúntenle a Cornelia (Luminita Gheorghiu), una mujer de clase pudiente acomodada, que vive de apariencias, y también vive para saber paso a paso la vida de su hijo Barbu (Bogdan Dumitrache) de quien habla como si fuesen una sola persona.
Últimamente las cosas entre Cornelia y Barbu no están del todo bien, desde que él decidió independizarse, ella parece haber perdido el norte y hace todo tipo de reclamos; lo persigue cada vez más. Pero sucede algo que lo cambia todo, o no, lo acrecienta aún más, Barbu atropella accidentalmente a un niño y lo mata. ¿Cuál será la reacción de Cornelia? Por supuesto, hacer cualquier cosa para que su hijo pueda evadir la ley o que la condena sea la menor posible. Le estará más encima que nunca, llegando a límites perversos.
La mirada del hijo es un film tenso, por las líneas de arriba uno podría pensar que estamos frente a una madre joven e hijo apenas adulto, pero no, Cornelia ronda más de sesenta años y Barbu supera ampliamente los treinta, lo cual hace la relación entre ambos mucho más enfermiza.
Netzel tiene un ojo agudo, y realiza un film de personajes, lo que sucede, en el fondo, no pareciese más que una anécdota extrema sobre una relación que tiene que estallar.
Hay algo más en el riquísimo personaje de Cornelia, no solamente se desvive por y para su hijo, sino para y por ella misma, para mantener una postura de clase. El filo entre el real amor maternal y el deseo de que nada turbe la delicada torre de cristal en la que vive, es muy fino.
Ganadora del Festival de Berlín 2013, son varios los aciertos de La mirada… principalmente los protagónicos de Gheorghiu y Dumitrache, fundamentales en un film como este que apunta a la psiquis de sus criaturas.
En ciertos tramos, la historia pierde algo de potencia y pareciese no querer ir más allá, indagar un poco más, sobre todo, en los otros personajes, en las otras aristas del caso policial. Este detalle le quita el brillo que pudo redondear una obra quizás inigualable. La toma de ciertos caminos “correctos” termina acomodándola y transformarla en más convencional de lo que debería.
De todos modos, con sus grandes aciertos y sus miedos, La mirada… es otra muestra más de una cinematografía pujante como la rumana, país que ha venido creciendo con constancia en los últimos años, y que, con títulos como este, parece tener un buen futuro asegurado.