El camuflaje perfecto
Después de no cumplir nuestras expectativas con 15:17 Tren a París (2018), con muy poco tiempo de diferencia entre ambos filmes, Clint Eastwood regresa con La Mula (2018), la cual es sin dudas, el retorno de la impronta de una de las figuras más legendarias de Hollywood.
Por Denise Pieniazek
Clint Eastwood uno de los artistas con más vigencia y trayectoria tanto del cine de Hollywood como mundial, quien lleva protagonizadas más de sesenta películas y desde los ’70 nos sorprende desde el rol de director ya con cuarenta largometrajes entre los que se destacan Los puentes de Madison (1995), Million Dollar Baby (2004), Cartas desde Iwo Shima (2006) y Gran Torino (2008), entre muchísimos otros.
Esta última está muy vinculada a la película en cuestión, La Mula, protagonizada y dirigida por Eadtwood, rompe la tradicional dicotomía entre el bien y el mal, encarnando una vez más un hombre mayor que es un híbrido de héroe y antihéroe, y es al igual que en Gran Torino un veterano de la guerra de Korea. Earl Stone, el protagonista en cuestión es un hombre mayor con problemas familiares y económicos. Sus parientes más cercanos –todas mujeres, esposa, hija y nieta- lo acusan de egoísta y ausente, en esta perspectiva su nieta es la única posibilidad que le queda por recomponer el vínculo familiar, o de poder cambiar la opinión que se tiene de él. Al igual que en Gran Torino la única reconciliación posible con los errores del pasado de este “viejo” son los jóvenes.
Es notable que con frecuencia Eastwood esboza en sus películas su hermenéutica acerca de la historia y la actualidad norteamericana. Al respecto, La Mula, inspirada en una historia real, presenta un universo que incluye el tráfico de drogas, y el multiculturalismo y las diferentes nacionalidades u orígenes que conviven en dicho país. Earl Stone, tras tener problemas económicos con su negocio de florista, y en un mundo posmoderno que da pocas posibilidades a la “tercer edad” se convierte en una “mula”, en un transportista de drogas para un cartel mexicano.
El relato está estructuralmente dividido en varias partes según las entregas de “la mula”, sintetizando que cuánto más entrega, más dinero recibe y además que en un mundo posmoderno parece que se valora más el enriquecimiento rápido y sencillo, más que el esfuerzo. En este mundo del narcotráfico la vida no tiene valor, y nada ni nadie es permanente.
Resulta muy interesante la forma en que el largometraje muestra cómo “las apariencias engañan”, este hombre que tiene la apariencia del norteamericano promedio blanco, de clase media del cual jamás se esperaría lo que acontece. Earl Stone es el camuflaje perfecto, el disfraz que no encaja en el estereotipo que la sociedad tiene del traficante, y por eso se vuelve tan exitoso en dicha tarea. Incluso los jóvenes traficantes latinos con cariño lo apodan “tata”, el cual es la forma regional de denominar al padre en las zonas rurales. Este protagonista que se inmiscuye en la ilegalidad, sin embargo, genera empatía en el espectador.
En consecuencia, la película nos dejará pensando ¿qué pasa con los verdaderos responsables? ¿cómo funcionan las disciplinas de control y castigo sobre los verdaderos responsables del narcotráfico? ¿es éste erradicable? En conclusión, Eastwood que a lo largo de su carrera no sólo ha demostrado su versatilidad actoral sino también su diversidad como director, pues ha narrado historias de diferentes géneros y poéticas. En La Mula, demuestra mediante un excelente manejo tanto de lo formal como de lo narrativo y con sus característicos sutiles y a la vez punzantes diálogos audaces, las diferencias generacionales y raciales que conforman este “caldo de cultivo” cultural que es Estados Unidos.