Familia, trabajo y crisis
Clint Eastwood regresa nuevamente en La Mula (The Mule, 2018) con una historia a su medida que le permite combinar sus versátiles roles de director y actor en un relato inspirado en un artículo del periodista de investigación Sam Dolnick en el periódico New York Times titulado The Sinaloa Cartel’s 90-Year-Old Drug Mule, sobre un hombre de casi noventa años que trabajó como mula del cartel de Sinaloa.
La crisis económica, sumada a la subestimación de los cambios en el comercio introducidos por Internet, llevan al horticultor Earl Stone (Clint Eastwood), un anciano veterano de la Guerra de Corea, a aceptar una extraña propuesta para transportar un cargamento de un Estado a otro en la región del medio oeste norteamericano comprendida por Illinois y Michigan. De ser un prestigioso horticultor premiado por sus flores de calidad y belleza, el anciano pasa a quedar muy endeudado, en quiebra y para colmo solo, tras enajenarse a su familia durante años. Earl pasa desapercibido ante la policía por su edad, su carisma y su condición racial en una sociedad hiper racista como la estadounidense para llevar sin problemas su cargamento de cocaína a donde el líder del cartel disponga, lo que lo convierte eventualmente en la mula principal de los narcotraficantes.
Al igual que en Gran Torino (2008), el guionista Nick Schenk combina fuerzas con Eastwood para crear una historia de carácter humanista con un espíritu muy similar al film titulado por el clásico auto de la Ford. En este sentido, La Mula trabaja distintos tópicos como las contradicciones de lo políticamente correcto y la incorrección de derecha desde un lugar de respeto, proponiendo un cuestionamiento de la mirada progresista pero también destruyendo algunos discursos de la derecha como la discriminación y la misoginia, resignificando los valores tradicionalistas y de convivencia. Como una especie de continuación más sosegada y equilibrada de Gran Torino, La Mula trabaja sobre los arrepentimientos que llegan con la vejez, las mañas que se acumulan y se asientan y los intentos tardíos por enmendar los errores del pasado. El protagonista interpreta así a un personaje que por su pasión por el trabajo y la vida social alrededor del éxito sacrifica a su familia, un lastre en su momento que representaba la responsabilidad frente a la diversión. En la vejez los roles se invierten y Earl descubre que su legado es el encono de su esposa y su hija por los desplantes y el abandono producto de su dedicación al trabajo y los concursos.
Eastwood pone en jaque a las ideologías para dejarlas en ridículo ante la crudeza y la urgencia de la realidad en una reflexión muy emotiva acerca de la familia, las miserias del éxito y la necesidad de construir anclas para soportar los momentos difíciles. Para esto elige protagonizar a un hombre que siempre privilegia el camino más fácil en lugar de echar raíces, regarlas y cuidarlas, lo que lo lleva a meterse en más de un problema. El carismático personaje también le sirve para dejar al descubierto la banalidad e insensatez de los prejuicios, destruyéndolos de a uno a partir de su exposición.
La Mula discurre de forma muy puntual y precisa sobre los cambios simbólicos acontecidos en Estados Unidos, por ejemplo a través del cambio/ venta de la vieja camioneta Ford, elemento privilegiado de la construcción identitaria del medio oeste norteamericano y de su orgullo industrial, hace años opacado por la emergencia de los países asiáticos. Pero el verdadero tema del film es el narcotráfico como reemplazo del capitalismo industrial y financiero para la clase media en tanto única forma de cumplir el sueño americano de movilidad social a partir de un emprendimiento. Al igual que la ideología liberal, este sueño es efímero y conduce en realidad hacia una pesadilla que Eastwood expone de una forma muy explícita y franca, pero también destacando la motivación policial ante la opinión pública por la incautación y la muestra de resultados en una sociedad que sólo piensa en términos de inversión. La última película de Clint Eastwood se atreve así a adentrarse en todas las facetas de la caída del emprendedor norteamericano y el consiguiente impulso desesperado hacia las salidas fáciles en un retrato muy conmovedor sobre la percepción de la vejez y su lugar en una sociedad actual que cada vez nos convoca más a dar un giro al timón que nos conduce hacia el abismo.