La Mula: Sin lugar para los débiles.
Clint Eastwood vuelve a colocarse delante y detrás de las cámaras para su más reciente film, donde se convierte en un transportador de drogas de un peligroso cártel mexicano.
Clint Eastwood a esta altura ya es una leyenda del cine. Su prolífica carrera como actor y director lo llevaron a gozar de un reconocimiento tanto de la crítica como del público a lo largo de su extensa y variada filmografía. Obviamente, tendrá sus detractores y quienes lo rechacen por su forma de pensar y por su ideología ampliamente republicana y basada en el conservadurismo más rígido de la sociedad norteamericana, pero a esta altura resulta indiscutible su legado cinematográfico y su influencia en varios realizadores noveles. Este largometraje representa su segundo relato filmado en 2018 a sus ya avanzados 88 años de edad y con una agenda incansable y notablemente extensa en lo laboral.
La historia que nos presenta Clint en esta oportunidad está levemente inspirada en los hechos reales que involucran a Leonard Sharp, acá rebautizado como Earl Stone (Eastwood), un octogenario que está en quiebra y que se enfrenta a la ejecución hipotecaria de su negocio. Ante este panorama desalentador se le ofrece un trabajo aparentemente fácil, el cual sólo requiere conducir por las rutas norteamericanas transportando paquetes. Pero, sin saberlo, Earl se convierte en traficante de drogas para un cártel mexicano, y pasa a estar bajo el radar del agente de la DEA Colin Bates (Bradley Cooper).
El film de Eastwood resulta un entretenido y llevadero relato con tintes de drama y, por momentos de thriller, que recuerda un poco a su film de 2008 “Gran Torino”. No obstante, en esta ocasión el tono de la película es menos lúgubre (al menos en su inicio) y posee varios momentos cómicos donde se luce el protagonista. Lo interesante radica en que la personalidad de Earl Stone disiente un poco con los personajes que suele componer el señor Eastwood que, por lo general, son hombres mayores amargados y/o de gran temperamento que no tienen muchas pulgas ni ganas de congeniar con sus interlocutores. Aquí, en esta oportunidad, Clint compone a un personaje conflictivo pero lleno de carisma el cual es querido por sus pares en el ámbito laboral pero quien deja mucho que desear en el marco familiar. Un protagonista entrador y amable, al igual que un galán improbable con las mujeres.
La obra de Clint posee un problema de homogeneidad respecto al tono que plantea para la narración. Al principio se ve como un drama familiar que deviene en un thriller y que por momentos tiene algún que otro momento de alivio cómico para distender. Sin embargo, es este carácter ecléctico y heterogéneo lo que vuelve al relato sumamente impredecible. Ahí es donde el guionista Nick Schenk (Narcos, Gran Torino) se ve que intentó hacer malabares con estas cuestiones desembocando en un libreto errático y con ciertos personajes desperdiciados o carentes de profundidad a fines dramáticos (Los personajes de Bradley Cooper, Andy García y Michael Peña se presentan como opositores débiles o desdibujados). Por el lado interpretativo se destaca Eastwood como la estrella principal al igual que Taissa Farmiga (The Nun, American Horror Story) como la nieta y Diane Wiest como la ex esposa de Earl Stone. Ambos personajes profundizan el drama familiar que se yuxtapone con la trama central del tráfico de drogas.
A pesar de las falencias enumeradas, resulta interesante el carácter personal e intrínseco de la película respecto a ciertas cuestiones como la familia, las diferencias generacionales de las personas mayores con los jóvenes y las distintas actitudes y formas de afrontar la vida. La influencia de las decisiones pasadas en el presente es otro de los tópicos que utiliza a modo reflexivo el cineasta, al igual que el racismo presente en la sociedad estadounidense respecto a los inmigrantes mexicanos algo que se puede ver a lo largo de todo el metraje. Por otro lado, Eastwood bromea incómodamente respecto al racismo despreocupado de este octogenario que goza de la llamada impunidad de la vejez en lo que parece componer otro de los sellos de autocrítica que se encarga de realizar el film.
La Mula trabaja constantemente con las contradicciones. Por un lado tenemos el éxito profesional versus la vida familiar, la vejez y la juventud y por otro lado tenemos las posturas del conservadurismo que propone la derecha y la mirada más actualizada y progresista que se opone al racismo y la misoginia de dichos republicanos. Un film que pone en tela de juicio las ideologías y las corrientes políticas y de pensamiento de sus personajes y del propio director. Un realizador que parece haber encontrado la sabiduría que acarrea la tercera edad al dejar al descubierto sus propios errores.
Por el lado de los aspectos técnicos cabe destacar el trabajo de fotografía de Yves Bélanger (Dallas Buyers Club, Brooklyn) que nos presenta imágenes nostálgicas con una paleta entre lo cálido y apagado para representar los paisajes de la carretera estadounidense al igual que esta serie de contradicciones antes enumeradas.
La Mula es una cinta interesante dentro de la filmografía de Clint Eastwood por todas las cuestiones sobre las que se pone a reflexionar. Quizás como película necesite nutrirse de un tono más homogéneo y de personajes secundarios más atractivos pero sí es una realidad que resulta una experiencia cinematográfica placentera como la mayor parte de la carrera del director.