En estos días se está hablando mucho sobre dichos y posturas de Clint Eastwood en cuanto a política y sociedad, aquí no escribiré sobre eso, sino sobre su obra.
Aclarado esto, hay que aplaudir al hombre, porque a sus 88 años lo hizo de nuevo. Brindó una gran película.
Si bien no es la mejor de sus obras (tiene demasiadas), se aleja bastante de su último estreno hace menos de un año: 15:17 Tren A París, que a mi gusto es su peor film.
Y aquí también vuelve a protagonizar, cosa que no hacía desde Trouble with the curve (2012).
Aunque se lo ve muy desmejorado en lo físico, está muy bien en el papel. A medida.
Basada en un hecho real que llegó al público gracias al artículo del New York Times llamado “The Sinaloa Cartel´s 90 Year Old Grug Mule” (La Mula de 90 años del Cartel de Sinaloa), la película cuenta con una visión muy marcada de alguien bien tradicional como Eastwood.
Es por ello, pero por sobre todo por el personaje que interpreta, que hay chistes que quedan medio viejos y/o que suenan bruscos para los estándares de hoy. Pero de todos modos causan gracia.
Asimismo, también hay otro tipo de chistes y situaciones que dan para la comicidad. Y por ello la película entretiene.
Es todo un gran absurdo, aunque haya sido real, y aunque el personaje principal sea desagradable en varios sentidos.
No se busca que el público empatice con él, sino que lo acompañe en sus viajes y nueva forma de vida.
Eso Eastwood lo logra con creces.
A nivel fotografía, se nota la falta de Tom Stern, el DF de Eastwood desde hace varios años.
En su lugar está el canadiense Yves Bélanger, quien hace un laburo correcto, pero sin ninguna sutiliza para destacar. La película pierde en lo visual.
La música tampoco descolla pero está bien.
En definitiva, La mula es una buena película pero que se enaltece gracias a la figura de su director/protagonista.