Si bien ya hace tiempo que la leyenda del cine Clint Eastwood no logra destacarse a través de su cine como supo hacer cantidad de veces en el pasado, su último film que lo tiene tanto en la dirección como en el rol protagónico sorprende al destacarse ampliamente con una historia que se gana la simpatía del espectador gracias a su simpleza y los elementos encantadores que nacen del tiempo en pantalla del personaje de Eastwood.
Basado en la verdadera historia de Earl Stone (Eastwood), un veterano de la guerra de Corea, Stone es un hombre de 90 años (dos más de los que tiene actualmente el actor) que dedicó gran parte de su vida al trabajo de la horticultura, haciendo de esta tarea su única prioridad y relegando a un segundo plano la relación con su mujer Mary (Dianne Wiest) y la hija de ambos. Endeudado y prácticamente solo, la única relación familiar que mantiene es con su nieta Ginny (Taissa Farmiga). Así, la promesa de trabajar realizando envíos con su vieja camioneta por varios estados lo ve involucrado como mula de un cartel de narcotráfico mexicano, sin ser en principio consciente de lo que está trasladando.
Con esta premisa, La Mula es un film que no busca más que ser ese tipo de historia que deja al espectador con una sensación de calidez tras verla, acudiendo tanto al factor dramático como también a un gran uso de la comedia para establecer a lo largo de su duración un ambiente entrañable en relación al protagonista. Mientras que el drama se halla presente en todo lo que tiene que ver con la conflictiva relación familiar del personaje, y que regala una hermosa y emotiva escena entre Eastwood y Wiest dando muestra de la grandeza actoral que siguen teniendo ambos, los elementos de comedia también tienen su lugar centrados en la figura de su protagonista.
Tanto en su vida personal como en sus films, Eastwood siempre ha sostenido sus ideas y pensamientos conservadores —el mismo ha apoyado y votado a favor de Trump en la campaña electoral de 2016. A sus casi 90 años nadie espera que logre cambiar su mirada y línea de pensamiento bastante retrógrada en ese sentido. El director, siendo muy consciente de ello y de la crítica del público, decide reírse de sí mismo en el film, de personaje y persona, a través de los comentarios ofensivos y fuera de lugar que realiza el personaje al cruzarse por ejemplo con una familia de afroamericanos o con su trato en general con los criminales del cartel. De esas situaciones nacen una variedad de momentos humorísticos políticamente incorrectos que posicionan al anciano en medio de conflictos dentro del mundo moderno.
El film maneja, en simultáneo a los periplos de Earl, un arco investigativo que sigue al oficial de la DEA Colin Bates (Bradley Cooper) quien está detrás del cartel mexicano. Y si bien hay una leve búsqueda de paralelismo con el protagonista al tratarse de un hombre que deja todo, familia inclusive, por su trabajo, lo cierto es que todo este arco carece del peso suficiente para que se mantenga por si solo cuando no cuenta con la historia ni el personaje principal en pantalla. De esta manera, todo lo que concierne a Bates le juega un tanto en contra al film ya que hace que el mismo se extienda un poco más de lo que debe y posponga los buenos aspectos de la historia.
A peesar de que La Mula es un film que no ocupará un lugar recordable o de relevancia en la filmografía de su director, de todas formas se hace presente con el carisma y el cariño que su personaje sabe despertar y que brinda grandes y entrañables momentos. Dentro de esa sencillez narrativa, el director y protagonista nos regala un tipo de cine que hoy en día es difícil de encontrar: uno que busca con poco pero mucha calidad llegar a su público para regalarles un agradable y fugaz momento. Para algunos eso se logra con la experiencia de encontrar un film como este en cines, para otros lo es manejar al son de la música llevando consigo kilos de cocaína en el baúl.