Debe haber momentos en la vida de las personas, más si se está rondando los 90 años, en los que elegir tomar un desvío en el camino por el que venían transitando puede ser peligroso. O puede ser sanador, quizá la única vía para regenerarse.
Clint Eastwood, como personaje en el cine, viene optando por seres como Earl, el protagonista de La mula. Algo pendenciero, recio, y medio regido por la rectitud ética, de pocos amigos y desconfiando del afuera, solitario y seguro de sí mismo, Earl se parece en mucho a Walt Kowalski, el protagonista de Gran Torino. No es casualidad, sino causalidad: el guión de Gran Torino (2009) es también de Nick Schenk. Y Gran Torino había sido la última película que Eastwood se había dirigido a sí mismo.
Earl le ha dedicado más tiempo y esfuerzo (y hasta se diría que disfrute) a su trabajo como horticultor que a su familia. Terminó divorciado, y odiado más que por su esposa por su hija (Alison Eastwood, sí, la hija del director) no sin motivos: prefirió quedarse a beber tras una convención de flores a asistir a su casamiento. La única que quiere establecer una relación con él es su nieta (Taissa Farmigga, hermana de Vera).
Uno podría suponer que es por la mala administración de Trump que Earl se queda con su negocio en quiebra, pero La mula se basa en un artículo publicado por The New York Times Magazine de hace un tiempo. Y casi por accidente consigue un nuevo trabajo: transportar cocaína desde Chicago a El Paso para un cartel mexicano.
Que Earl se apellide Stone (Piedra) parece más que un guiño, y Stone pone cara de ídem cuando se cruza con algún policía. Es que está amparado en algo fehaciente: la poca atención que en los Estados Unidos -no es el único lugar- le dan a los ancianos. Nadie creería que Earl podría estar transportando en la parte trasera de su camioneta 3 millones de dólares en droga.
Héroe o antihéroe, Eastwood deconstruye en el cambio a su personaje, con los encuentros que mantiene con gente común, o hasta con un agente de la DEA (Bradley Cooper) que está tras esta “mula”. El filme es un thriller, sí, pero también un drama.
Los fanáticos de Eastwood, aquellos que le aplauden hasta un estornudo -como 15:17 Tren a París-, recibirán a La mula como una obra maestra, pero lo cierto es que la película tiene momentos chatos, el guión avanza poco y nada y tendría que haber ajustado las clavijas u otorgarle más brío a las escenas que lo requerían.
No es La mula un filme de acción, sino el retrato de un hombre que le dio más tiempo de su vida al trabajo que a su familia, que busca una segunda oportunidad a los 90 y que si nos gana la empatía es por todo eso que conocemos de él. ¿Qué es un delincuente? Seguro, es apenas un delincuente.