Cuento moral entre el pudor y la audacia
Recién veinteañeras, debutan en el largometraje Luján Loiocco, autora porteña, y Mercedes Burgos, actriz salteña. Lo hacen con acierto, equilibrando pudor y franqueza para hablar de esa etapa de la vida que ambas han pasado hace muy pocos años: ésa cuando una chica, entre el deseo, la curiosidad y la imprudencia, se va haciendo mujer.
El tema es delicado y ellas saben tratarlo, con perspicacia y discreción pero también con audacia. En su historia, la niña vive en un pueblito norteño, casi de cuento, rodeada de los suyos y con demasiado tiempo libre. A esa imagen familiar sólo falta la figura paterna (algo bastante común, no sólo en el Norte). A ese pueblo llega gente de la construcción, avanzada de un próximo hotel que cambiará la zona. La libido de la chica despierta, junto con la fantasía, la inocente seguridad en sí misma, el manejo de su incipiente capacidad de atracción, y las primeras experiencias, agridulces, peligrosas, tal vez inevitables.
¿Cuánto pone de sí misma una muchachita, y cuánto se le impone, en esa etapa de la vida? ¿La familia, la sociedad entera va cambiando con ella? Son cosas que la autora se ha preguntado, y que deja flotando para que también se las pregunte cada una de las personas que vean esta historia. Que es un cuento moral sin moraleja, una pintura de estos tiempos, y de cualquier tiempo, un retrato de una chica de pueblo, como podría ser una chica de barrio, o de mundo. Todas son frágiles, por más que se crean prevenidas y cancheras.
Buen debut el de Loiocco y Burgos, bien acompañadas por un elenco casi todo regional, y un equipo chico, donde pocos técnicos acusan larga experiencia y sin embargo todo está bien hecho. Un atractivo extra, el pueblito de Tumbaya y el hotel de Huacalera donde se filmó, allá en Jujuy. Aparte, una feliz comprobación: qué lejos quedó la época en que para representar a mujeres de provincia nuestro cine contrataba actrices porteñas y las tiznaba un poco.