En su sexto largometraje de ficción, Inés de Oliveira Cézar eligió contar una historia íntima: la crisis personal de una mujer que anda cerca de las cuatro décadas. Y lo hizo con un grado de sutileza tal que nunca termina de quedar en claro qué es lo que le está pasando a la protagonista: sólo sabemos que una relación de pareja desgastada y un incidente fortuito son los detonantes para que parta en un viaje en busca de sí misma.
Este es un periplo en el que la procesión va por dentro, a tal punto que establecer algún grado de empatía con Abril se vuelve una tarea difícil. Y no hay que achacárselo a la actuación de María Figueras, que es correcta, sino a un guión -de la propia De Oliveira Cézar- que no le proporciona muchas salientes de las que aferrarse.
Si las acciones de la heroína no tienen demasiado sentido narrativo, menores justificativos aún pueden encontrarse para la decisión de incluir cada tanto, a modo de musicalización de sus andanzas, fragmentos de La Terquedadrecitados por la voz en off de su autor, Rafael Spregelburd. El único vínculo entre esos textos y lo que ocurre en la película es que el propio Spregelburd interpreta a Octavio, pareja de Abril y director -tanto en la realidad como en la ficción- de esa obra de teatro (a cuyos ensayos asistimos sin que tampoco medie ninguna excusa dramática). El resultado es que una pátina de solemnidad se suma al tedio y la morosidad de una película que nunca encuentra su rumbo.