La mujer sin rumbo
Si hay una palabra que define a esta, la última película de Inés de Oliveira Cézar, es “crisis”. La crisis individual (y por momentos existencial), la crisis de pareja, la crisis –podríamos decir- habitacional, y algunas otras crisis más en torno a Abril (María Figueras), la mujer inestable, emocionalmente perturbada y personaje principal de La otra piel (2018).
Como se dijo más arriba, uno de los problemas -sino el más importante- de Abril es que se la pasa buscándole un sentido a su vida. Abandona a su novio Octavio (Rafael Spregelburd), a su casa con sus plantas, a su familia. Para ellos, Abril desaparece de repente. Pero no para el espectador, que la ve y la sigue todo el tiempo en su camino a recorrer: luego de un romance con final incierto, viaja a Brasil, pasea por zonas solitarias y tiene algún altercado.
Éste es el entramado sobre el cual la realizadora construye una historia más bien observacional sobre la psiquis femenina, como nos tiene acostumbrados con su filmografía previa: La entrega (2001), Como pasan las horas (2004), Extranjera (2007) y Cassandra (2012), entre otras. Para esto, uno de los recursos por los que opta De Oliveira Cézar es la lectura de textos de La Terquedad, pieza que el propio Spregelburd presentó en el teatro Cervantes en 2017, lo que dota a la película de cierta rareza.
La otra piel está cargada de emociones y sugerencias, pero peca de un guión un tanto lento y desconcertado, hecho que no permite conectarse y empatizar del todo con su protagonista. No llegamos a saber realmente qué es lo que mueve a dicho personaje a actuar como actúa. Esa incertidumbre no se resuelve nunca y el desenlace de la película es idéntico a todo el resto: no pasa demasiado.
Quizá se le pueda rescatar a La otra piel, por lo menos a primera vista, que es tan simple como genuina en su intención, y que parece alejada de grandes pretensiones tanto estéticas como narrativas. Y que su directora relata una historia sin solemnidad innecesaria ni artilugios rebuscados. Su marca está presente todo el tiempo entre la ficción y la subjetividad. Y quizá ese factor sea lo que realmente atraiga al espectador ávido de acompañar a un personaje de este estilo en su viaje existencial, encontrando en la experiencia de esta mujer una identificación o extrapolación de sucesos propios.