El elegido
La película chilena de Esteban Larraín es un retrato de la época oscura de su país, a partir del momento en el que Miguel Angel (Sebastián Ayala), un adolescente huérfano de 14 años, asegura que puede ver y hablar con la Virgen María. Este hecho rápidamente se transforma en un verdadero fenómeno social y la Iglesia decide envíar a un sacerdote jesuita (Patricio Contrearas) para investigar el caso.
Ese es el punto de partida de La pasión de Michelangelo, un relato dramático narrado con aristas interesantes que siembran la duda en el espectador y juegan con la intriga cuando el cura (que atraviesa además su propia crisis de fe) trata de averiguar la verdad a manera de un detective con sotana.
El relato despliega su cuestionamiento divino y las situaciones lideradas por Miguel Angel, ahora convertido en un verdadero líder al que siguen cientos de fieles y otros que desconfían más de la cuenta. Una congregación a la que asisten mujeres, hombres y niños (capaces de comer tierra si la Virgen así lo exige) y que tapan males aún mayores en un país sumido en la violencia militar.
En ese sentido, la transformacóin del joven protagonista sirve como metáfora de un país en pleno cambio y lo hace con buenos recursos en un relato fluído que logra atrapar por la presencia de sus actores y por el clima general que impone la historia. Por momentos, recuerda a Marcelino pan y vino, una película española de la década del cincuenta que mostraba a un niño -criado por franciscanos- que hablaba con Dios. El final sembrará también desconcierto en el público y abrirá más interrogantes.