La lucha de los sexos.
El último film dirigido por Roman Polanski, La Piel de Venus (Venus in Fur, 2013), es la quinta transposición de la novela La Venus de las Pieles (1870) de Leopold von Sacher-Masoch (apellido del cual deriva el término masoquismo). Esta película está basada además en el texto dramático del coguionista David Ives, en el cual se expone una visión de la novela que la resignifica por completo. La narración se inicia con un plano general que nos sitúa en un teatro algo deteriorado, abriendo sus puertas como metáfora del telón teatral. Tal vez pase desapercibido que en dichas puertas hay afiches de una obra teatral anterior sobre cowboys. Dicho afiche cobrará relevancia, ya que éstos representan en el imaginario colectivo la masculinidad; un aspecto vinculado al tema aquí esbozado: los roles que socialmente se supone corresponden al varón y a la mujer. En este teatro se encuentra el director Thomas, haciendo audiciones algo desganado por no poder hallar a la actriz adecuada para el personaje. Justo cuando estaba por desistir aparece Vanda, una mujer excéntrica y de apariencia grotesca dispuesta a todo.
Para sorpresa de Thomas, Vanda -quien al quitarse el tapado descubre un vestuario de cuero asociable al sadomasoquismo- conoce a la perfección sus líneas, comenzando un ensayo que sin dudas será un viaje de ida para él. El momento en que ella empieza a interpretar al personaje es resaltado formalmente por Polanski con un encuadre que la enaltece como a las divas del Hollywood del período clásico. A medida que ambos encarnan los roles, éstos se van intercambiando hasta finalmente cambiar por completo. No sólo el aspecto jerárquico de director y actriz, sino también los de dominio entre hombre y mujer. Mediante dicho cambio la tensión sexual irá in crescendo al igual que la inquietud del espectador, por lo tanto, la tensión narrativa coincide con la sexual. Asimismo, la estructura del film posee tres niveles de significación que conectan las relaciones intertextuales y los diferentes lenguajes: la novela, el teatro y el cine. Al igual que su escenografía, la cual despliega también tres planos: la del teatro como universo diegético, el decorado que quedó de la obra anterior, y la utilería de la futura obra a representar, generando así una yuxtaposición de significantes muy interesante. Aquella relación de dominación y masoquismo entre los caracteres expone una lucha entre sexos en la cual la relación ama-esclavo evidencia el disfrute y la “perversión” sobre ese tipo de vínculo que sale de las normas. Esta alternancia de roles es similar a la del texto dramático de Strindberg La Señorita Julia, cercana en su año de producción a la novela.
Vanda, quien encarna metafóricamente a Venus con la sensualidad del vestuario, su belleza y su crueldad, ejercerá tal dominio que incluso logrará travestir a Thomas, quien hallará un placer fetichista al usar sus zapatos. Por ende, los límites entre personaje y “persona” se funden hasta desvanecerse por completo. La película expone varias interpretaciones posibles acerca de la novela, evidenciando que las miradas sobre una misma obra de arte son infinitas. Pero en el film la tesis social de Vanda está tan cargada de feminismo que dominará a Thomas. Las relaciones intertextuales continúan, ya que la pintura que inspiró la novela y que aquí también es citada, La Venus del Espejo de Tiziano, representa esa mirada machista que Vanda repudia: la construcción de la mujer como un ser vanidoso que se admira frente a sí misma. Con ese rechazo ella pronunciará -encarnando a la diosa mitológica- “la piel me ha hecho lo que soy”. Un aspecto del film que sin dudas es para cuestionar, es el porqué él para terminar de ser completamente subsumido debe verse como mujer. Es pertinente preguntarse si esto refuerza o revierte todo el argumento del film. Bajo la voz de sus personajes, Polanski libra al espectador otra reflexión: ¿debe o no una obra de arte poseer una tesis social y política?