Amarga decadencia
Un travelling inicial intenta esconder la naturaleza completamente teatral de La piel de venus. Un travelling feo, por cierto, forzado, absurdo e injustificable. Una vez más, Roman Polanski, se rinde al teatro pero haciendo una película. Tal vez debería dirigir teatro, tal vez el cine ya no le interesa tanto. Como sea, quien supo ser uno de los cineastas más interesantes de la segunda mitad del siglo XX, no logró brillar de la misma manera en la última década. Su nuevo film, La piel de Venus, está basado en la obra de teatro de David Ives, que a su vez se basa en la novela de Leopold von Sacher-Masoch. La historia es la de un director de teatro y una actriz. El ha terminado de hacer el casting para su nueva obra y ella llega tarde, bajo la lluvia, pidiendo una oportunidad para hacer la prueba y obtener el papel. El director es Mathieu Amalric, caracterizado de forma tan ridícula como absurda, tal vez en su peor actuación para la pantalla. Ella es Emmanuelle Seigner, protagonista de varios films de Polanski, que no cambia nunca de tono y que fuerza hasta la obviedad más insufrible su personaje. Lo que sigue es, justamente, el juego de seducción, erotismo y poder de las obras que adapta. Cada escena circula por los espacios más subrayados posibles, incurre en lo directo, sin matices. Noventa minutos para decir poco y nada. Justamente todo lo contrario a lo que el propio Polanski había hecho en Perversa luna de hiel (Bitter Moon, 1992) también protagonizada por Seigner. Aquella era una película intensa, llena de matices, con grandes actuaciones y un clima atrapante. Acá tenemos exactamente todo lo contrario. ¿Cómo soportar un plan tan horrible como el del protagonista atado a un símbolo fálico que tiene de todo menos sutileza? Claro que los temas pueden ser interesantes, pero nada en la película lo es. Mejor leer el libro, mejor –tal vez- ver la obra de teatro. Este teatro filmado es una obra inútil. Si el espectador está interesado en los temas del film, buscará profundidad donde no la hay, y verá matices donde en realidad hay trazo grueso a nivel monumental. Gran obra la de Roman Polanski, pero no incluye esta olvidable película.