Algunos críticos han definido a esta obra maestra como representante de un nuevo neorrealismo. Lo cierto es que hay muchos puntos de contacto con aquel movimiento italiano, sobre todo con la recuperación de las imágenes de la Italia profunda y aguda que el gobierno de Berlusconi pretende no mostrar. Por otro lado, es inevitable pensar en El Pibe, del genial Chaplin, a quien se hace referencia en una foto periodística muy sutilmente. El resto lo constituye una trama mínima que gira en torno a la infancia y al desamparo sin gravedad y con una dosis de verdad espeluznante pero conmovedora y contundente a la vez, donde la cámara prácticamente se hace invisible y de a poco se inserta -como un espectador más- en ese maravilloso mundo del circo ambulante. Sin duda una de las mejores películas del año...