El realizador no resuelve correctamente ninguno de los posibles juegos de atracciones con los que cuenta: ni el “duelo actoral” De Niro / Norton, ni la tensión del juego del gato y el ratón.
Tal vez lo más logrado de esta película sea la primera secuencia – ubicada temporalmente en el pasado -, que funciona de secreto personal del protagonista, aun cuando el público lo conoce, que tiene cierto sentido explicativo a la compleja relación familiar que Jack (De Niro) enfrenta en el presente. No faltará el chabacano y burdo que diga que lo mejor de la película son las escenas eróticas de Milla Jovovich, aun cuando su delgadez extrema pueda darle cierto look andrógino. Discusión esta, que sería inútil al referirse a otras películas, parece consistente ante el poco interés que reviste esta “Revelación”.
Jack, religioso, casto, austero, está a punto de jubilarse en su trabajo en el servicio penitenciario. Su tarea consiste en analizar a los presos a quienes se les puede conceder la libertad condicional, y elaborar un informe que define su futuro. Frente a él se presenta el que será su último caso, Stone (Norton), quien lo perturbará desde el comienzo de sus sesiones. El principal elemento utilizado por él es la referencia a la relación fuertemente erótica con su amada esposa, Lucetta (Jovovich). Ella será quien socave en la entereza del agente penitenciario y revele la falla, la fisura, la inconsistencia en la historia personal de Jack. Y al hacerlo pondrá en conflicto todas sus certezas, todas las endebles afirmaciones sobre las que construyó su vida.
El realizador no resuelve correctamente ninguno de los posibles juegos de atracciones con los que cuenta: ni el “duelo actoral” entre De Niro y Norton, ni la tensión probable del juego del gato y el ratón, que se desnuda acá sin ningún misterio, sin sorpresas, como tampoco la angustia propia de la lógica implosión del mundo de Jack y su matrimonio. Hasta el fuego – sagrado - que todo lo consume, parece acá una vela apagada por el viento.