La olla a presión que nunca llega a explotar
A medio camino entre El custodio y Cabo de miedo, La revelación no se decide entre el estudio de un reprimido estilo olla a presión y el thriller de venganza post-carcelaria, autoanulando ambas opciones. La indecisión parecería caracterizar a su realizador, John Curran, que tras virar del soso indie coral de Adulterio (pasó casi inadvertida por la cartelera porteña) a la qualité british de El velo pintado, opta ahora por un duelo actoral-teatral, con Robert De Niro y el siempre sobrevalorado Edward Norton por contrincantes.
Que el personaje de De Niro no es muy querible queda claro en el prólogo de la película, ubicada en los ’70. Allí, el tipo no sólo no le da la más mínima bolilla a su sufrida esposa (cuando ve béisbol por tele no admite interrupciones), sino que cuando ésta amaga irse, amenaza con tirar a la hija por la ventana. Ocasión para que una alegórica mosca zumbe y zumbe, hasta quedar simbólicamente aplastada por el marco. Por el marco que el guionista dio a la historia. Cuarenta años más tarde, Jack ocupa el cargo de parole officer carcelario: el encargado de bajar o subir el pulgar a los pedidos de libertad por buena conducta. Uno de los posibles candidatos, el interno que se hace llamar Stone (Norton), lleva ocho años de una condena a quince, por haber prendido fuego a sus abuelos, junto con un cómplice. No da la impresión de estar muy arrepentido, por lo cual Jack lo piensa dos veces, antes de satisfacer el pedido.
Viendo que va a ser difícil lograr la libertad por derecha, el avispado Stone busca la forma de correr por izquierda al impoluto oficial, hombre de familia y chupacirios episcopal. Tiene con qué: su novia Lucetta, a quien encarna la siempre sexualmente agresiva Milla Jovovich. ¿Pisará el palito el veterano burócrata? Si no lo hiciera, ¿habría película acaso? A las pesadeces de sentido (la mosca alegórica vuelve a zumbar al final, la beatitud de De Niro se subraya con una multitud de sermones radiales), La revelación le suma toda la previsibilidad del mundo (desde el momento en que aparece Jovovich cualquiera adivina hacia dónde va la cosa) y, en ocasiones, buenas dosis de capricho y confusión. Que Lucetta cumpla las contrapuestas funciones de anzuelo sexual, maestra jardinera y pareja de un convicto peligroso no ayuda a hacer creíble su personaje. En cuanto a Stone, es imposible saber si el interés religioso que se le despierta de pronto es auténtico o sólo otra arma para manipular al officer.
Componiendo con contención minimalista un personaje que es como la contracara del que tuvo en Cabo de miedo, De Niro invierte su tendencia histórica a la explosión, así como la más reciente a la caricatura cómica. Cuando todo parecería apuntar al crecimiento sanguíneo, La revelación opta sin embargo por la sordina y la implosión, corriendo el riesgo de perder en el camino al espectador de género, sin terminar de ganarse nunca al más sofisticado.