Los dilemas de un oscuro funcionario
La presencia en el elenco de Robert de Niro y Edward Norton garantiza desde antes de sentarse en la platea un grado de excelencia en el nivel actoral. El director John Curran no lo ignora y hace descansar gran parte del peso dramático de su película en la tensión que generan los encuentros de los dos personajes. Apela también a recursos narrativos muy interesantes para describir las personalidades del oficial de libertad condicional a punto de jubilarse (De Niro), del cambiante y desconcertante criminal que espera su oportunidad de abandonar la prisión (Norton), su desprejuiciada esposa (Milla Jovovich, correcta aunque algo esquemática) y la mujer del funcionario, silenciosa y extremadamente religiosa, cuyo drama queda claramente expresado en los primeros minutos del relato (un excelente trabajo actoral de Frances Conroy).
El filme de Curran alcanza sus mejores momentos en los largos y tensos enfrentamientos de los dos protagonistas; las transformaciones que van sufriendo estos personajes conducen el hilo de la trama; así, mientras el recluso parece encontrar cierta paz espiritual a través de una búsqueda interna, el funcionario se interna en una maraña de sospechas, engaños y traiciones que conmueven sus convicciones más íntimas. Mucho incide en esa mutación la mujer del preso, que pulveriza las barreras de control que el veterano oficial intenta imponer sobre sus más oscuros impulsos.
Otro de los atractivos de la narración reside en lo imprevisible de la trama; cuando el preso empieza a dejar atrás al despreocupado delincuente de las primeras escenas y a transformarse en un ser iluminado y casi místico, el espectador no logra despejar las dudas sobre si la mutación es real o sólo se trata de una cuidadosa maniobra urdida entre el penado y su mujer para lograr la libertad.
A pesar de ciertas lagunas en el ritmo del relato, la película logra el objetivo de entretener al público y de mantener la tensión dramática hasta el final.