El comienzo de esta película es fuerte. La esposa enfrenta a un joven Jack Mabry que descansa frente a un televisor para avisarle que lo abandonará. Él, que está relajado mirando un juego de golf, corre frenéticamente hasta el cuarto donde duerme su hija pequeña, la levanta y amenaza con arrojarla por la ventana en caso de que ella se marche. El tono ocre y la apacibilidad del hogar contrastan con esta inusitada violencia, tanto a nivel físico como psíquico, y se anticipa la posibilidad de estar en presencia de un buen film, duro y brutal. Lamentablemente, al igual que la mujer que anuncia su partida para luego quedarse, Stone plantea una propuesta interesante que se desarma rápidamente, y se pierde en un confuso desarrollo argumental con delirios místicos.
Creeson ingresa al despacho de Mabry, con su pelo trenzado y sus insultos, sabiendo que su destino es volver tras las rejas y que debe hacer algo rápido para inclinar la balanza a su favor. Es interesante el duelo que se produce entonces entre ambos actores. Por un lado Robert De Niro, un hombre experimentado que ha escuchado las historias de los presos cientos de veces por lo que no cede con facilidad, y por otro un Edward Norton frío y calculador, un lobo vestido de cordero. A 10 años del estreno de The Score / La cuenta final, film que protagonizaron juntos, los roles que interpretaron parecen repetirse pero con un agregado que en esta oportunidad le da ventaja al más joven. Lucetta (Milla Jovovich) es la novia dispuesta a hacer todo para lograr la libertad de su pareja, lo que incluye seducir al oficial para que este le tenga mayor consideración. Este detalle le permite al convicto ir un paso por delante de quien lo evalúa, y se valdrá de ello para forzar su salida.
El film comienza a tomar un rumbo inexplicable en el momento en que los autores se obsesionan con la religión y permiten que esta se apodere por completo de la historia. Como si la enorme cantidad de viajes en auto que realiza Mabry al ritmo del mensaje de las Sagradas Escrituras no fuese suficiente, se suma Zukangor, un método espiritual para acercarse a Dios mediante el sonido inventado por el guionista Angus MacLachlan. Si esto ya parece exagerado, el punto más alto del ridículo se alcanza cuando los protagonistas tienen, en momentos paralelos, una epifanía. Hay vida y muerte, ambos alcanzan un instante de iluminación, uno mientras tiene sexo, otro cuando ve como un compañero muere acuchillado.
Los elementos con los que se contaba para hacer un buen thriller se ven desaprovechados, la película se pierde, la historia se vuelve confusa. Se demuestra que lo que en un principio tenía de interesante no eran más que medios con fines puramente ilustrativos. Que Norton llevara el pelo trenzado y hablara mal era sólo una excusa para poder mostrarlo más tarde, Zukangor mediante, como un hombre totalmente transformado, es decir con el cabello suelto y sin insultos. Así la escena inicial, probablemente lo mejor de la película, no es más que un agregado cuyo objetivo es demostrar que, después de todo, oficial y convicto no son tan diferentes.
Con un guión pobre y una dirección fallida por parte de John Curran, que sólo logra hacer más notorias las fallas del primero, lo que se tendría que haber destacado son las actuaciones, y sin embargo no logran ser creíbles por los grandes problemas de la película. Así se permite que Creeson se vuelva “fuerte de espíritu”, dejando a un lado todo el interés que podía crear su presencia en pantalla, o se deja sin justificación la violencia doméstica de Mabry. El film llega entonces a los golpes hasta un final a la vez confuso y trillado, y deja abierta una pregunta que quizás no tenga respuesta: ¿en qué estaban pensando Edward Norton y Robert De Niro cuando decidieron hacer Stone?