New Age para aficionados
Hay películas que se ocultan detrás de un género para lanzar una ideología política, religiosa o moral. El ejemplo más burdo que se me viene a la memoria es Batalla Final: Tierra. Un desparpajo de ciencia ficción, con la cuál John Travolta quiso esparcir la cientología por el cine. Por supuesto, que hay forma y formas de dar un mensaje. Uno puede ser sutil o puede ser directo. Además la calidad del producto infiere un poco en la conclusión final que uno saque de la película.
Si uno ve el clásico de Frank Capra, Horizontes Perdidos, acerca de un contingente de estadounidenses perdidos en el Tibet, que encuentran refugio en las místicas montañas y templo budista de Shangri-La, uno no puede dejar de admirar las bellezas de las imágenes que Capra supo imprimir. Él nunca dice directamente que está hablando de budismo, sino que es una religión generalizada. Comprendamos que era otra época, y la mente de los productores estadounidenses y con el Código Hays metiendo mano en todo, era muy difícil hablar de otras religiones en occidente.
De esta forma, también podríamos interpretar a las películas del coreano Kim Ki Duk como cuentos morales que tratan de infundir un pensamiento ideológico. Lo mismo con Chan Park Woo. Pero sus obras son tan cinematográficas y atractivas, que el “mensaje” queda guardado y no hace falta desenterrarlo.
En el extremo ideológico opuesto pero con intenciones similares podríamos interpretar que Woody Allen trata de imponer el ateismo a toda costa.
Sin embargo, La Revelación viene con los zapatos en punta para imponer ideología New Age, sin anestesia, sin disfraces, sin concesiones y con tan escasos recursos cinematográficos, que más allá del mensaje, que los realizadores quieren difundir entre los espectadores, el producto final es tan poco atractivo, que todo queda a mitad de camino.
Lo peor de todo es que se vende con dos premisas que no se terminan cumpliendo durante el desarrollo de la acción, o mejor dicho, quedan a mitad de camina: por un lado un duelo interpretativo entre Robert De Niro y Edward Norton, la segunda que se trata de un thriller “erótico”.
Tenemos a un agente que debe decidir si los presos pueden salir en libertad condicional o no. A punto de retirarse y con un rostro de cansado de la vida, que no sé si estaba en el guión original de Angus Mcluhan o viene de fábrica o en el contrato de este Robert De Niro, del que ni siquiera queda la sombra de lo que era hasta mediados de los ’90, Jack solo quiere seguir la rutina: tomar meriendas con su esposa, con la que tiene poca comunicación (soberbia interpretación de Frances Conroy, una de las dos flores en medio del charco), ir a su iglesia episcopal y ver Baseball en TV.
Del otro lado del escritorio tenemos a un preso arrepentido de su crimen, Stone, que desea su libertad en medio de una crisis existencial.
Stone empieza a leer panfletos New Age y tiene largas (y aburridas) charlas sobre el bien, el mal, la vida, la muerte, la tierra que pretenden manipular a Jack para que lo libere. Pero en el medio se mete Lucetta, la atractiva novia de Stone (Milla Jovovich, sensual y carismática, por lejos lo mejor de la película), que seduce a Jack muy fácilmente (como dice Romina Gretter). Por allí pasa la mayor parte de la manipulación. Jack sospecha que todo se trata de una extorsión, que dentro suyo no hay culpa, que él es inocente de todo, y nada más hay un complot de ambos para que firme la ficha que libere a Stone.
John Curran parece que estuvo demasiado tiempo en Asia cuando filmó Al Otro Lado del Mundo con Edward Norton, una obra con imágenes bellísimas, clásica y con un contexto político – social muy interesante. ¿Qué quedó de todo eso en La Revelación? Solamente la parte ideológica. Curran que tenía otro interesante antecedente como Adulterio en su haber, un drama independiente que remitía al cine de John Cassavetes o Paul Marzusky centrándose en la infidelidad de la pareja, con un elenco excelente, solo tomo el “tema” de la misma y también lo incluyó en esta, con cierta estética Indie. Al principio, el tratamiento de imagen granulada, la cámara en mano, la saturación de las radio religiosas de fondo son interesantes. Pero el abuso de todos estos recursos, terminan por exasperar. Lo mismo con el guión, lo mismo con las actuaciones.
Si en la primera hora, se generaba un cierto clima de tensión entre los personajes, después de un largo monólogo de 15 minutos de Norton, todo se hace soporífero. El esperado enfrentamiento entre De Niro y el actor de Hulk se da en la medida de demostrar quien actúa peor cuando lo hacen solamente por la plata. Si alguna vez, Norton auguraba gran futuro como actor, en las últimas películas, eso se ha venido abajo. Ambos son una acumulación de muecas que ya nos mostraron en obras anteriores. No tienen nada nuevo bajo la manga. No sorprenden, e incluso resultan patéticos y provocan risa. Igualmente, De Niro gana el enfrentamiento. Al final, tanto él como el personaje son peores que Stone y Norton respectivamente.
La Revelación no se puede encasillar en algún género. El suspenso que logra Curran es tan mentiroso como el que lograba Lucrecia Martel con La Niña Santa. Pero Martel filma mejor. Se trata de un pretencioso cuento moral New Age que no lleva a ningún puerto, y que si desea, acaso influir ideológicamente, en el final, es tan inescrupulosamente ambigua, que tampoco lo logra.