Gianni Di Gregorio es sin dudas uno de los artistas más carismáticos y talentosos del más reciente cine italiano, y hace muy poco que empezaron a llegar aquí sus películas. El año pasado se dio a conocer Un feriado particular, deliciosa pintura de la relación entre un maduro hombre soltero, su madre y su grupo de amigas.
Esa ópera prima databa de 2008, pero este segundo film suyo ha llegado con más premura, y también (por momentos parece una secuela del anterior) se refiere a un protagonista con una relación estrecha con su madre, pero que en este caso vive junto a su mujer, hija y novio –ocioso e invasivo- de esta última. Su título original, Gianni e le donne, es mucho más gráfico con respecto a este señor recién jubilado y dedicado a quehaceres domésticos, que, pese a estar rodeado de bellas mujeres, piensa que ya no está en edad de romances. Hasta que un amigo lo despierta de su letargo amoroso.
La sal de la vida es casi un eco expresivo de Un feriado particular, y en ese sentido Di Gregorio innova muy poco. Pero su imperdible galería de gestos y sus pequeños gags corporales son la clave de su cine, que además escudriña leve pero entrañablemente en la situación de un hombre que atraviesa por una edad en la que está a mitad de camino en todo.