La italianidad al palito
Con Un feriado particular, Gianni Di Gregorio -habitual colaborador de Matteo Garrone- consiguió un modesto pero auspicioso éxito. La figura de este veterano guionista, actor y director se convirtió, de pronto, en una suerte de revelación tardía para el cine italiano, un Nanni Moretti más viejo, más entrañable, menos provocador y no tan neurótico.
La sal de la vida no es pero podría leerse como una secuela de aquel suceso de 2008. Gianni sigue siendo Gianni. Ya no tiene que cuidar a un grupo de viejitas durante el ferragosto para sobrellevar sus problemas económicos, pero el personaje está ahí, reconvertido en un reciente jubilado, un amo de casa sin más obligaciones que las que le imponen su fría esposa y su manipuladora hija adolescente.
El film, cuyo título original es "Gianni y las mujeres", habla precisamente de eso: de cómo las mujeres (no) ven a este hombre maduro, que ha perdido "la sal de la vida" (para no dejar fuera el título de estreno). La película aborda la relación con su esposa y su hija, pero también con su omnipresente madre (aún cuando esté internada en un geriátrico) y con todas las que intenta (sin demasiada fortuna) conquistar o reconquistar cuando se da cuenta de lo solo que está y de lo bien que le vendría una amante.
Todo lo que en Un feriado particular era sensible y gracioso, aquí está demasiado cerca del cálculo y el patetismo. La película -que aborda la esencia de la italianidad en esos códigos masculinos, ese machismo entre gracioso, rudimentario y a esta altura bastante demodé- nunca alcanza a ser todo lo graciosa o lo incisiva que debería en la exploración de la intimidad del hombre desgarrada por la edad, la rutina y la falta de estímulos. No es una mala película, tiene incluso sus momentos logrados, pero tampoco es particularmente intensa ni provocadora. Una pena porque la propuesta inicial daba para mucho más.