Gianni di Gregorio debe ser de los pocos cineastas artesanales que siguen entendiendo al cine como una forma de arte que sirve para contar una historia. Por eso sus películas son "chiquitas", sencillas, sin la pretensión de ser obra maestra, pero con la ambición de ser un retrato fiel de usos, costumbres, comportamientos, idiosincrasias, de un pueblo del cual se siente parte íntima.
En este caso Gianni (Gianni di Gregorio), personaje que parecería ser una continuación del protagonista de “Un feriado particular” (2010), se encuentra en sus sesenta y pico de años, jubilado prematuramente, vive aparentemente feliz al servicio de las mujeres que lo rodean: su madre (deliciosa Valeria De Fransicsis), su vecina y otras féminas que se cruzan en su camino cotidiano. Las lleva y las trae, les cocina, les saca a pasear el perro, realiza las compras, mientras intenta establecer su relación actual con la realidad y lo que las mujeres representan en su vida y, por qué no, en su libido.
Con apropiada música y efectiva compaginación “La sal de la vida” propone una comedia agridulce, donde las situaciones se van identificando una a una con el espectador. Como resultado, si bien no llega a “Un feriado particular”, reúne méritos que por la sencillez y fluidez narrativa, la calidez de los personajes y la atmósfera en la cual estos se mueven, se califica como una producción simpática que mantiene latente el tradicional espíritu del buen cine costumbrista italiano.