En un pequeño pueblo vive Alba, una escéptica y solitaria policía de 35 años con un oscuro pasado. La calma del lugar se rompe cuando una familia entera va muriendo incinerada de rodillas, como rezando, sin una explicación razonable. Frente a estos episodios Alba acepta la guía de El Mago, un niño clarividente recién llegado al pueblo, quien de a poco la transforma en una creyente en asuntos paranormales y, cuando el caso se estanca sólo el don del chico parece ser la única vía para esclarecer esas misteriosas muertes.
Sobre la base de personajes sombríos y por momentos delirantes la historia se va transformando en un thriller que sorprende por su arriesgada puesta en escena que gira entre la exposición minimalista y la ensoñación más etérea hasta llegar a un final sorprendente. Así, en una cruza entre el policial y lo fantástico, La segunda muerte cuenta con elementos del llamado cine de género, pero ellos no están conjugados de una manera previsible y es, en algún punto, un film más de climas que de efectismo.
El director Santiago Fernández Calvete logró, a pesar de algunas vacilaciones en el relato, crear un entramado que gira en preguntas y respuestas que parecen no tener fin y van complejizándose.
La apoyatura del relato halló en Agustina Lecouna, como esa policía que intenta hallar su verdad en medio de estos macabros hechos, a una actriz de indudables méritos, en tanto que el resto del elenco supo salir indemne de la creación de unos personajes singulares siempre dispuestos a esclarecer o a enturbiar el camino de la protagonista. No son menos importantes los rubros técnicos, sobre todo la fotografía y la música, que apoyaron con calidad a esta producción nacional que intenta, y lo logra, insertar a la cinematografía local en un género en el que se mezclan lo policial con lo terrorífico.