Pueblo chico, infierno grande
Estrenada en una de las secciones paralelas del BAFICI 2012, La segunda muerte es otra interesante aproximación del cine argentino a los géneros narrativos clásicos, en este caso al terror de tintes místicos/religiosos/policiales.
En ese sentido, la ópera prima de Santiago Fernández Calvete se adecúa a gran parte de sus normas: una foránea –en este caso la policía interpretada por Agustina Lecouna- que llega a un pueblo chico intentando huir de su pasado y cuya voz en off es la encargada de llevar adelante la narración, un grupo de habitantes oscilantes entre la parquedad y lo ominoso, la tranquilidad citadina acicateada por un crimen macabro (la aparición de un chico calcinado) y la faceta sobrenatural del fenómeno, encarnada primero a través de un niño con visiones y luego con un elemento que no conviene develar.
Fernández Calvete acierta con la coherencia narrativa de su dispositivo, demostrando además una profunda creencia y conocimiento en la narración de este tipo de relatos. Sin embargo, La segunda muerte parece por momentos demasiado fascinada por el poderío de su trabajo visual y sonoro -muy buenos, por cierto- antes que en la construcción de sus personajes, imposibilitando la plena comprensión de la motivación personal de cada uno de ellos.