Terror sobrenatural en el interior profundo
De un tiempo a esta parte ha comenzado a producirse en nuestro país, de manera lenta pero firme, una buena cantidad de films fantásticos o de terror, géneros usualmente relegados en el pasado a la excepcionalidad. Los resultados, hasta el momento, han cubierto el espectro que va de la vergüenza ajena a los logros módicos, de la corrección técnica y narrativa al pequeño desastre ilustrado. La segunda muerte, ópera prima de Santiago Fernández Calvete, hace algunos pero no todos los deberes y entrega un exponente del thriller sobrenatural que les escapa a algunos de los clichés de este tipo de relato (pero no a todos) e intenta darles una vuelta de tuerca a las historias de horror religioso. No es poca cosa, pero tampoco parece ser suficiente, en particular si se la compara (odiosa o amorosamente) con algunas de sus posibles fuentes de inspiración extranjeras.
Producida por Magma Cine, la empresa de Juan Pablo Gugliotta (su hermana, la cineasta Sandra, se reserva un pequeño rol como médica forense), La segunda muerte presenta su relato de muerte y venganza en una paleta de colores desteñidos, elección estética que se intuye un poco más arbitraria que otras. A cambio, el rodaje en parajes del interior de la provincia de Buenos Aires (fundamentalmente, Rafael Obligado) le brinda a la historia un clima particular y unívoco, que remite en la memoria del espectador a mitos y leyendas del interior. No hay aquí luces malas ni damas de la vela, pero sí una serie de muertes inexplicables por combustión espontánea que comienzan a alterar la tranquila y rutinaria vida del lugar, relacionadas con sendas apariciones de lo que parece ser la mismísima Virgen María. Será una oficial de policía del pueblo, con más de un secreto en su pasado citadino, la encargada de investigar los fantásticos hechos, con la ayuda de un niño recién llegado, dueño de un particular don de adivinación.
Algunos detalles puntuales de la trama resultan algo molestos (¿en qué año transcurre el presente de la historia?, ¿por qué puede verse una computadora pero no así teléfonos celulares y cámaras digitales?, ¿hay solamente dos policías en el pueblo?), y en algún punto resienten un relato que, paradójicamente, se afana en atar meticulosamente todo tipo de cabos aislados. De hecho, La segunda muerte es un típico film de guión, ilustrado por una puesta en escena que a veces logra generar climas enrarecidos y en otros se ensimisma en travellings académicos y encuadres de manual. Finalmente, y más allá del molesto uso de su voz en off a modo de coro griego, la actriz Agustina Lecouna compone a la heroína titular con caracúlica testarudez, y soporta sobre sus hombros gran parte del peso dramático del relato. Si el film nunca desbarranca es gracias a ella y a un reparto de secundarios que se banca lo que venga.