Terror latente
Exhibido fuera de competencia en la sección "Nocturna" de la edición número catorce del BAFICI, el film de Santiago Fernández Calvete se enmarca dentro del terror religioso al narrar la resolución de un asesinato con tintes sobrenaturales.
Alba Aiello (Agustina Lecouna) es una policía que comienza a creer en religión y asuntos paranormales al presentársele un caso donde los cadáveres aparecen incinerados sin causa alguna. Siguiendo la lógica deductiva, choca con un niño clarividente (Tomás Carullo Lizzio) que será su única oportunidad para resolver el enigma.
La segunda muerte (2011) se enmarca en ese subgénero dentro del cine de terror donde el policía estructura el relato a través de la resolución de uno –o varios- asesinatos, y el miedo a lo incomprensible se apodera de la trama. En esa misma línea Alan Parker realizó Corazón satánico (Ángel Heart, 1987) con Mickey Rourke y Wes Craven La serpiente y el arco iris (The Serpent and the Rainbow, 1988) con Bill Pullman, por mencionar algunos clásicos ejemplos.
Como en cualquiera de este tipo de relatos, se pone en riesgo lo verosímil de los hechos al enfrentarse la lógica deductiva policial con lo irracional de los hechos sobrenaturales, siendo el mayor punto de tensión la resolución final, ahí donde los caminos deben cerrarse cuidadosamente para entregar un discurso creíble. Tal vez sea aquí donde el film recurra a ciertos efectismos para su desenlace, que diluyan la tensión construida hasta el momento.
Lo mejor de La segunda muerte es la generación de climas para promover el suspenso a lo largo de la trama. Es notable en este aspecto el trabajo realizado en la dirección de fotografía y composición de planos, para generar el misterio sórdido en cada encuadre, acorde con la trama.
No es novedad que el cine de terror argentino atraviesa un gran momento. Película tras película se demuestra el conocimiento y seriedad con que los directores abordan el género. Y la película de Santiago Fernández Calvete no es la excepción, sino todo lo contrario: un claro ejemplo del dominio de las formas con que el cine de terror logra atrapar al espectador con sus mejores armas.