Estrenada comercialmente con cierto retraso (su producción es de 2011 y fue exhibida hace dos ediciones del BAFICI), La segunda muerte es otra muestra más del muy buen momento que está pasando el llamado “cine de género” en Argentina.
El director Santiago Fernández Calvete hace su debut en la dirección tomando elementos nobles que enmarcan al film dentro de una buena corriente de cine de misterio y terror sin perder el localismo que la hará muy identificable con nuestro país.
Ese localismo se debe a que cuenta una historia de pueblo, plagada de mitos palpables y personajes identificables.
Se sabe que en la gran mayoría de los pueblos del interior hay mitos y leyendas que nutren la riqueza de esa Localidad, los habitantes más antiguos pueden contar o atestiguar historias con algún elemento de fantasía o mística que será cuestión de creer o reventar.
Ante esta disyuntiva de creer o no se encontrará Alba Aiello (agustina Lecuona) una policía que deberá resolver una serie de muertes extrañas. Misteriosamente empiezan a contarse los cadáveres calcinados, desde el interior hacia fuera, como a causa de un shock eléctrico, y sin explicación alguna.
Varios de los habitantes parecen practicar el arte del secretismo, y Alba, mujer de carácter inquebrantable, empezará a adentrarse dentro de un mundo que presenta más de un elemento sobrenatural.
Dentro de esas creencias de pueblo que deberá afrontar Alba se encuentra un niño (Tomás Carullo Lizzio), al que se le atribuyen condiciones de clarividencia y que ayudará en la resolución del caso.
Por momentos, la trama de La segunda muerte se complejiza y se vuelve un tanto extraña, sobre todo en su conjunción de sueños, visiones y realidad; pero si bien corremos el riesgo de perdernos, a la vez se suma la intriga, ese clima de extrañeza y peligro inminente que Fernández Calvete maneja con muchísima solvencia.
Agustina Lecuona se encuentra fuera de los registros en los que comúnmente la vemos y ciertamente está a la altura de la circunstancia entregando un rol muy convincente como una mujer policía dura y dolida (por circunstancias que no develaremos) en partes iguales. El resto del elenco, en los que se cruzan rostros conocidos y otros a conocer, también es de entrega correcta.
De factura técnica impecable, La segunda muerte hace un muy trabajo de clima desde la fotografía en colores grises y sepias, un ritmo en crecimiento, y un puñado de efectos nada desdeñables más aún tratándose de una producción pequeña.
Con películas como esta, Argentina goza de muy buena salud en materia cinematográfica en distintos géneros y estilos. Fernández Calvete mezcla el intimismo de un pueblo, con el terror más tradicional sin recaer en regodeos de ningún tipo, y de esa mixtura sale más que airoso.
Ya no se puede hablar de una nueva ola naciente de cine nacional de género, sino de un estilo que ha logrado instalarse y competirle con las mejores armas a proyectos mucho más grandes y a su vez mucho más pobres de contenido.