Sandra Gugliota ha encarado un fértil camino dentro de la ficción con las logradas Un día de suerte y Las vidas posibles, es más hasta encaró un provechoso telefilm En nuestros corazones para siempre que pudo verse oportunamente dentro de un ciclo de la TV Pública.
Habiendo probado su ductilidad, da un volantazo ahora hacia el documental con La Toma, un película de registro, de cámara casi ausente, en donde simplemente se capa lo que sucedería de todas formas aún si no hubiese una lente enfocando. De actualidad inmediata,
La Toma refleja el interior de los conflictos por las tomas de colegios secundarios encaradas por los propios alumnos en plan de distintos reclamos. Lo hace a través de un botón de muestra, el colegio Nicolás Avellaneda, y exponiendo lo que nadie expone, las puertas adentro.
En los últimos años, las tomas se han multiplicado, y cada vez que suceden de inmediato son tapa de diarios y noticias de último momento en la TV ; pero siempre se lo enfoca desde la subjetividad del afuera.
Los periodistas opinan, le dan la palabra a unos u otros (al que y cómo a ellos les conviene), y siempre anteponen su opinión en un primer lugar, ya sea para defender o criticar la postura de alumnos, padres, y profesores que apoyan el reclamo y su metodología.
Gugliota decide entonces mostrarnos lo que realmente sucede, la verdad del interior de las escuelas (aunque siempre habrá un ápice de subjetividad intrínseca que es imposible despegar), y sobre todo no recargar las tintas. Se muestra la problemática, las reuniones para decidir el qué hacer, el cómo hacerlo, el presente de la toma y todo lo que la rodea, y los momentos posteriores, los resultados.
De esta manera se logra un fresco acabado para que cada uno saque sus conclusiones sin influencias, en definitiva ese es el objetivo y logro del documental.
Gugliota crea un microclima, se nota algún lineamiento a seguir, hay naturalidad, y hay todo tipo de “personalidades”, los que están a favor y en contra, los que quieren sólo ir a estudiar, los que se preocupan por los reclamos, los que solo quieren divertirse, los que aprovechan para no estudiar, los que cambian para un lado y para el otro... cada uno encontrará su identificación, o no.
Con una duración que escapa por escasos minutos al mediometraje, La Toma es un trabajo acabado y conciso, que sirve más como testimonio que como hallazgo cinematográfico. De todos modos, se nota la mano detrás de una directora con algunas inquietudes estéticas, y hay imágenes captadas que hablan por si sola, en donde el diálogo sobra. Directa, simple, pero a la vez profunda y analítica,
La Toma es un ejemplo de eso que los medios, tanto de un lado como del otro no muestran, o pretenden direccionar para su conveniencia, cuando se logra que la cámara sea la que hable, que los protagonistas reales se muestren tal cual son, con sus aciertos, errores, virtudes y dudas, se puede hablar de un objetivo cumplido.