El relato de una protesta
Sandra Gugliotta estaba trabajando dentro del colegio Nicolás Avellaneda en un documental sobre la cuestión de género en la educación, cuando se produjeron las tomas estudiantiles en las escuelas secundarias porteñas en 2010.
En ese momento y como testigo privilegiada del fenómeno, la directora decidió cambiar el eje de su relato para concentrarse la lucha de los chicos por mejorar las condiciones edilicias de los colegios, además de denunciar el estado de crisis de la educación en el distrito más rico del país.
Tomando como protagonistas principales a algunos de estudiantes que participaron de las medidas de fuerza –sin dejar de lado a otros que estaban presentes pero obligados por las circunstancias–, La toma es una apasionante radiografía de la composición político-social de la población de un colegio, que bien puede ser tomada como una representación bastante fidedigna del resto de la Ciudad de Buenos Aires.
En ese sentido, el documental elige un relato en donde ante cada tema, grupo, medida, personaje o discusión se contrapone casi siempre un argumento diferente, una facción distinta, un accionar contrario y un villano o héroe según corresponda. Este mecanismo de polos opuestos da como resultado una tensión extraordinaria al relato, donde los líderes de la protesta lucen apasionados y su accionar en la vida real es tan empático como conmovedor.
Esos chicos, de apenas 15 o 16 años se enfrentan a aparatos políticos, a los medios que los demonizan casi en cadena, avanzan y retroceden en decisiones, aciertan, confrontan aun con las autoridades que fomentan su capacidad de pensar, se equivocan, hacen política, se escinden, se preocupan por su futuro, reflexionan sobre los chicos que vendrán, todo esto desde un accionar conmovedor que la puesta y las decisiones de Gugliotta en la sala de edición transmiten desde una película auténtica y noble.