Drama chico en pueblo chico
Matanza cine, la productora de Pablo Trapero, siempre se caracterizó por hacer films potentes, crudos y estupendamente actuados. Son un grupo de gente talentosa, que no empuja hacia lo independiente y lo celebra sino que busca volverse popular y accesible, ofreciendo historias atrayentes con sello nacional y marca registrada. "La vida nueva" es el segundo largo de Santiago Palavecino, esperado con ansiedad por la crítica especializada ya que se daba en él un hecho extraño. Un famoso escritor, Alan Pauls, encabezaría elenco, cosa novedosa para quienes seguimos su trayectoria literaria. Además, dentro de los guionistas que trabajaron en este proyecto se encuentra nada menos que el encumbrado segundo Santiago de la historia, Mitre, director de la exitosa "El estudiante".
Pero para reforzar más sus chances de llegada, Trapero puso a su esposa, una de las actrices top del cine argentino, Martina Gusmán, como ariete del cast. Palavecino, además contó con un presupuesto más holgado que en su trabajo previo así que todo estaba dado para esperar algo interesante. Restaba ver entonces, cuánta química y entendimiento lograban como grupo tantos buenos elementos y que tipo de material podrían ofrecerle al público local en su historia.
Filmada íntegramente en San Pedro, "La vida nueva" es un drama con leves tintes de suspenso que se apoya, primordialmente, en un triángulo amoroso atravesado por una circunstancia policial que contamina y diversifica el relieve de la trama.
Laura (Gusman) y Juan (Pauls) son un matrimonio en crisis. En la primer toma, ya sabemos que ella está embarazada y en la entrevista con un ginecólogo, no está convencida de tener la criatura. Enseña piano, vive en un pueblo pequeño junto a su marido, veterinario, hombre de pocas palabras con aparentes problemas laborales. Suponemos que Laura tenía otros horizontes en su juventud, pero ahora la letanía del lugar parece haber sepultado no sólo sus sueños sino a su pareja con ellos. Una noche, Juan recorre la ciudad buscándola (ella salió sin razón ni rumbo aparente) y se da con una situación inesperada. Un grupo de adolescentes está golpeando a alguien y él los reconoce, en especial a Nicolás porque lo veo apuñalando a César, otro chico del lugar. Ante el cuadro, los agresores se desbandan y Juan se queda solo : asiste al herido y lo lleva al hospital. Allí, el diágnostico no será favorable: perdió mucha sangre y entró en coma.
Resultado, la policía local intervendrá en el asunto. Claro, el padre del principal agresor, Martínez, tiene mucho dinero e influencias y presiona a Juan para que no declare incriminando a Nicolás. Lo extorsiona con ofertas laborales y le instala una fuerte cuestión al desconcertado veterinario, el hacer una declaración falsa para proteger al hijo de un poderoso o hacerse cargo de los costos (en un pueblo chico) de acusar a alguien importante, en este momento crítico de su matrimonio.
A todo esto, el tío de César, Benetti (Germán Palacios), volverá al pueblo después de muchos años, vendrá a ver su sobrino y apoyar a su hermana. El fue el gran amor de Laura, pero decidió irse y hacer otro camino. Pudo triunfar como músico, por lo que algo de la relación entre ellos parece no haber quedado resuelta en aquella oportunidad y el cruzarse nuevamente casi diez años después profundizará las dudas que ella tiene con respecto a su maternidad y su futuro...
Lo problemático de la realización es que, como alcanzan a ver, juega con dos subtramas poderosas, la cuestión del atentado y la investigación pseudo policial, y el desarrollo del triángulo amoroso entre Juan, Laura y Benetti. Hay un problema con los tiempos de narración, más cuando el film dura escasos (desde mi punto de vista), 75 exactos minutos. No se pueden articular las dos miradas con intensidad si la atención se diversifica tanto. Además, el nivel actoral es desparejo, mientras la escena la domina Gusmán, todo fluye, pero cuando Pauls tiene el control de las acciones, algo se pierde. El escritor no alcanza a dar profundidad a su Juan, el hombre más dominado por las presiones de la historia y eso tiene un precio que la cinta debe pagar: un desequilibrio marcado en una de las patas del triángulo. Palacios, por su parte, juega su rol con oficio, pero las escasas líneas del guión no lo dejan progresar en el desarrollo de su personaje. Estos desniveles, sumados a una tendencia a jugar con el esquema de dedicar largos tiempos a caminatas solitarias (que subrayan las características de la vida pueblerina) y secundarios sin peso, dejan a "La vida nueva" como una realización que no termina de cerrar para el espectador.
Quiero dejar en claro que admiro profundamente a los que participaron en esta cinta, individualmente, son de lo mejor del cine nacional (y Pauls, de nuestra literatura) pero esta vez el camino y las herramientas (el guión y la dirección, fundamentalmente) que eligieron para contar una historia, no llegaron a buen puerto. Despareja, local apuesta de Matanza cine que podría haber tenido un par de vueltas de tuerca que la hubiesen dejado más redondita...