Para el desarrollo de la trama Meza ha elegido tres elementos para contar esta historia sencilla y mínima: Un guión costumbrista y sencillo, repleto de vueltas inteligentes (Mejor Guión en la 38vo Festival Iberoamericano de Gramado 2010), digno heredero de las novelas de Manuel Puig, las actuaciones de los dos protagonistas que logran retratar la enorme distancia que hay entre ellos, pese a la cercanía física de los espacios cerrados; y varias secuencias de imágenes, escenas carentes absolutamente de guión y con pocos elementos. Podría decirse que son postales sociales y urbanas o haikus visuales que muestran la cotidianeidad en la cual se mueven los protagonistas.
Al comenzar la película somos testigos de varias escenas que nos situarán en la situación propia de cada personaje.
Rosa (Aizemberg) es una anciana mañosa que vive en una extrema soledad y es quien le propondrá un interesante trato a Marcelo (Piroyansky), su vecino, un estudiante de medicina proveniente del interior del pais, al cual la vida en la ciudad de Buenos Aires no se le está haciendo nada fácil.
Las situaciones que rodean al personaje de Marcelo son sumamente gráficas con respecto a los obstáculos y conflictos típicos de aquellos jóvenes que provienen del interior de nuestro país para poder realizar sus estudios en la gran ciudad.
Buenos Aires, para ellos, representa la fiera que todos quieren acariciar y que todos necesitan domar. Entrar en la Capital Federal para un alguien proveniente del interior es como aceptar que sobre él cuelga una soga invisible con un gran nudo que le rodea el cuello y,.que, a medida que las cosas se compliquen, esa soga apretará cada vez más. La fuerza de voluntad puede existir, pero su existencia corre constante peligro cuando la ciudad presenta su silenciosa hostilidad. En esta situación (según el desarrollo del guión y de las éscenas tan claramente gráficas y representativas) se encuentra el protagonista masculino, en un estado de búsqueda de su propia identidad, cultivando su templanza, armando su coraza en un ardiente y doloroso contacto con su soledad. Piroyansky, en mi humilde opinión, no logra desenvolverse satisfactoriamente de acuerdo a la situación de vida que presenta su personaje, no otorga credibilidad, ni logra representar el complicado dilema que el guión contiene para poder ofrecérselo al espectador. En cambio, es un excelente partenaire para las escenas con Adriana Aizemberg, la gran joya de esta película. Su actuación (Mejor Actriz- Festival Iberoamericano de Cine de Huelva 2010-36ta edición) es de una perfección asombrosa. Ha sabido construir un personaje muy sólido, atípico para el concepto que se tiene de ella. Las partes del guión, que la tienen como protagonista, se deslizan sobre su lengua con una capacidad de oratoria maravillosa, un gran manejo del humor, y una impronta en las facciones de su cara para decir muchas cosas cuando habla, pero sobre todo, otras cosas cuando calla y congela su mirada. En ella la película encuentra su punto de apoyo, su pilar, su gran calidad.
Esta vieja que solo quiere matar a la soledad, que quiere echarla de su vida, prohibirle que se siente a su mesa logra tener momentos de humor memorables y nada tiene que envidiarle al personaje de Chus Lampreave en La Flor de mi Secreto de Almodóvar.
El film se empieza a percibir denso, con un ritmo demasiado lento, cuando las conversaciones se reducen y solo queda una escena atrás de otra sobre una crisis, poco creíble, del protagonista masculino, hasta un final completamente previsible.
En resumidas cuentas, y destacando lo positivo, La Vieja de Atrás es una interesante muestra del costumbrismo de la mano de Pablo José Meza. Y aunque , por momentos, la película, es una linda opción para ver la sobresaliente actuación de Adriana Aizberg quien nos demuestra que con un repasador en la mano, un yeso en el brazo, su cabello peinado arcaicamente, su paso lento de anciana, su desconfianza hacia los supermercados chinos, su visión de la vida, el collar rojo que pierde a cada rato, su obsesión con las persianas y su lengua filosa, puede construir un personaje inolvidable.