Hay una vieja en mi piso
El segundo film del director argentino Pablo José Meza, presentado a fines del año pasado en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, nos cuenta la historia de Rosa, una anciana que vive sola en un departamento de un típico barrio de la Capital Federal -con sus 80 años a cuestas y con un carácter cascarrabias y particular- quien termina ofreciendo a un jóven vecino, estudiante de medicina que está a punto de regresar a su provincia por falta de dinero para costearse sus estudios y subsistir en Buenos Aires, una temporada de alojamiento en su modesto departamento.
Con la posibilidad de seguir sus proyectos en la gran ciudad, Marcelo, su joven vecino, aceptará el alojamiento "gratuito" teniendo que "pagar" en contraprestación con momentos diarios de conversación con la anciana solitaria: a cambio de casa y comida, ella sólo necesita alguien para charlar.
La historia narra el lento acercamiento que surge del cruce de las vidas de los dos personajes, obviamente con vivencias y universos completamente diferentes y no solamente por un tema generacional. El guíón privilegia el detenerse con rigurosa observación dentro del microcosmos de cada uno de ellos, lo que dificulta encontrar momentos de acción en la trama y resiente el interés a través de sus extensos 110 minutos, con dificultad en ir encontrando un crecimiento dramático a medida que se desarrolla.
Evidentemente, Meza hizo una apuesta fuerte en las actuaciones y evidentemente "La vieja de atrás" gana interés básicamente por la composición exhaustiva y detallista que hace Adriana Aizemberg de Rosa, revalidando de esta forma nuevamente su enorme talento para encarar cualquier papel.
A su lado, Marcelo está compuesto en cuerpo y alma por Martín Piroyansky quien da en el tono preciso del joven dubitativo que soporta estoicamente los torrentes verbales de Rosa, quien al haber encontrado un compañero de charlas, lo abarrota de diálogos que quizás no conducen a ninguna parte, pero que para ella, son la fuente de su vida cotidiana, de su vitalidad.
Más allá de estas dos composiciones sobresalientes, la historia no tiene mucho más para contarnos, incluso no termina de delinear exactamente lo que quiere lograr de sus personajes secundarios, depositando en algunos de ellos una cuota de incógnita que finalmente no se termina de resolver. Todo el peso del éxito de la propuesta recae en las actuaciones brillantes de Aizemberg y Piroyansky y en la firmeza del director para transmitir climas y sentimientos profundos de dos vidas tan opuestas.
Faltó encontrar un poco de síntesis en lo que quería expresar y jugar un poco con las nuevas formas que tienen los guionistas de hoy de presentar y contar una historia, sin aferrarse tanto a un esquema de cine más tradicional que tampoco aporta demasiada vitalidad a la trama desde lo estético. Sin embargo, "La vieja de atrás" cuenta a su favor con excelentes actuaciones y nos permite asomar a un universo no muchas veces transitado por el cine nacional.
Pero no hay mucho más que eso....