Para saber lo que es la soledad
Adriana Aizenberg y Martín Piroyansky, vecinos parecidos y disímiles.
Dos personajes tan disímiles y parecidos entre sí, viven en un mismo edificio de departamentos. Una debe andar cerca de los 80, el otro es universitario. Rosa no tiene amigos ni parientes; Marcelo, pampeano, estudia Medicina, tampoco tiene amigos y sus padres no le mandan ayuda económica, por lo que está a punto de quedarse por dormir en la calle. Pero...
Las vueltas de la vida, o del ascensor descompuesto que comparten, hacen que uno y otro terminen viviendo bajo un mismo techo, el del departamento de la anciana en esta segunda película de Pablo José Meza, luego de Buenos Aires 100 kilómetros , filme con el que había concursado y ganado en varios festivales internacionales.
Ya no son historias corales sino prácticamente la de Marcelo (Martín Piroyansky), por más que se titule La vieja de atrás . Meza lo pinta como un joven que parece que quiere estudiar, pero que en el aula de la Facultad hace garabatos en vez de tomar apuntes. Que se enamora como en un flash de una desconocida (Marina Glezer), pero que no hace nada por prolongar la primera cita.
Pero si hay algo que se destaque en la película es la vieja de atrás (o Adriana Aizenberg). La actriz, que prácticamente no había tenido papeles protagónicos sino de sotén en el cine argentino, demuestra con creces el porqué de su elección. Paradita en una esquina, sin que sepamos qué espera o qué mira, bien arreglada para la ocasión, Rosa es un símbolo de la soledad mejor entendida. Meza la traza de mejor manera en la oscuridad de su casa, cuando no quiere levantar las persianas “para que no nos miren” o cuando le quiten ese yeso en su brazo. “Siento que me falta algo”, dice, y desde la platea se entiende a la perfección lo que el director quiere expresar.
Maza opta por algunos encuadres llamativos. Luego de arrancar con varios minutos de planos detalles, coloca a los personajes en los bordes, a veces casi cayéndose del cuadro, sin motivo ni necesidad específica (en el contraplano entre Rosa y Marcelo en la cocina, por ejemplo). Si en Buenos Aires 100 kilómetros despertaba curiosidad ver qué camino seguía, cuatro años más tarde la pregunta sigue siendo la misma.