Del mismo modo que cuando se escribe una ficción, el narrador no debe pasar juicios de valor sino simplemente mostrar. En el caso de un documental esto es tan importante como saber ubicar la cámara en el momento justo. Esa pericia para encontrar historias y personajes nutridos en la más inusual de las circunstancias es la que se ve en La Visita.
La Visita: más allá del vínculo
En La Visita salta a la vista la decisión consciente del realizador de mostrar la cárcel pero nunca su interior. Su mirada está concentrada en las travesías y desventuras de las mujeres e hijos de los prisioneros de la cárcel de Sierra Chica. Esto puede sonar obvio, pero es necesario destacarlo porque cuando uno oye la palabra cárcel en el argumento de una película, intuye que en cualquier momento veremos las visitas y escenas imaginables como la mesa que separa al prisionero de su mujer y las palabras de afecto que se intercambian, o la intervención de los guardias.
Sin embargo, el film elige el camino menos transitado: el de no hacerlo. La prisión es apenas una fachada. El director Jorge Leandro Colás tiene mucha seguridad en la fortaleza que los sujetos del documental pueden proveer por sí mismos más allá de su vínculo con los prisioneros.
La dirección tiene el ojo lo suficientemente afilado para capturar personajes y situaciones tan interesantes como preocupantes: un bebé brevemente abandonado que crea momentos de tensión, o personajes como el almacenero del pueblo que cobra sobreprecios irrisorios por cualquier cosa que uno se pueda imaginar, manejando un sentido del humor que no sabremos si es jocoso o macabro. Y en esa duda está el hallazgo, si es que podemos usar esa palabra, del personaje.