Lengua agonizante.
Los Chanás fueron un pueblo originario ubicado entre el Río Negro y el Río Uruguay, diversificados en los territorios de las provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes y norte de Buenos Aires.
Ligados a la cultura Charrúa, con el tiempo el registro de este pueblo se fue volviendo más y más difuso.
Entre sus características, poseían un lenguaje propio, el Chaná, reconocido actualmente como una lengua en peligro de extinguirse por la falta de descendientes que la practiquen.
Blas Wilfredo Omar Jaime se considera como el último hombre que conserva esta lengua, y sobre él gira Lantéc Chaná, un documental que se asimila, intimista.
Jaime se reúne con un investigador del CONICET, Pedro Viegas Barros, con la idea de planificar la preservación de ese lenguaje mediante la confección de un diccionario para la posteridad Chaná-Español.
Blas Jaime es de por sí un personaje interesantísimo, el último bastión de una cultura mucho más grande y rica de lo que podemos presumir. Escucharlo hablar debería alcanzar para atrapar a un espectador interesado en estas historias de vida y en la lucha porque los orígenes de la cultura que habitó esta tierra no se pierdan. Sin embargo, algo en Lantéc Chaná no funciona tan bien como debería.
La distancia evitable:
Quizás por una falta de confianza en su propio material, quizás por esa tangente perversa de querer abarcar más de lo necesario, Zeising decide no quedarse únicamente con la palabra de Blas Jaime. Posa su mirada en otros habitantes de la zona, recurriendo al texto citado en voz en off para narrarnos sobre el accionar de los conquistadores españoles y de los terratenientes durante las distintas “campañas al desierto”.
Estos dos accionares, que ya fueron explicitados con mayor dedicación infinidades de veces, corren el eje puntual sobre la figura del pueblo Chaná y su último sobreviviente; intenta generalizar, pero en su afán pierde peso, logrando un distanciamiento extraño en algo que se avecinaba como íntimo y cercano.
Así, Lantéc Chaná cobrará fuerza cada vez que pose su mirada sobre Blas Jaime y el intento porque su lengua no muera, sobre sus relatos, de por más elocuentes, más gráficos y personales que los citados en la voz en off.
Cierta solemnidad y un apartado técnico prolijo no innovador, tampoco colaboran en que el documental se eleve.
Conclusión:
Lantéc Chaná cuenta una historia de vida interesante, y a través de ella se abre paso a una lucha por la preservación cultural de un pueblo originario. De haberse limitado a esa interesante premisa el resultado hubiese sido más vivo, concreto, y profundo, que el conseguido en este documental.