Hagamos correr la voz
La génesis del documental Lantec Chaná (2017), dirigido por Marina Zeising, tiene como misión reconstruir la historia argentina. Con esta premisa y el testimonio del último aborigen autóctono de la etnia Chaná, Blas Jaime -oriundo del Litoral argentino-, logra romper 70 años de censura para reivindicar la figura de los pueblos originarios y propone descubrir quiénes somos a partir de quienes fuimos. Esta temática redefine por excelencia el sello de su filmografía desde su primer largometraje documental, Habitares (2014), donde le da voz a los sectores que el sistema intenta silenciar y transformar la sociedad. Así también lo hizo en la serie televisiva Conurbano, que produjo para Canal Encuentro, y en el cortometraje Dolores (2016), donde denota su vocación comunitaria y preocupación por la violencia de género en el marco de la marcha #niunamenos. Su tercer largometraje pone la vara en derribar el falso paradigma impuesto por los conquistadores españoles genocidas que, a mansalva, sepultaron los pueblos originarios de Argentina, su cultura y patrimonio, y los evangelizaron y alinearon a su cultura. Esta denuncia apunta directamente a las doctrinas establecidas por el Estado y la iglesia que apañan la desigualdad de clases sociales y vulneran sus derechos cívicos. Es la contrapartida de los libros de historia para develar las atrocidades que ocultan y, al mismo tiempo, la herramienta para reconocer y rendir homenaje a los primeros habitantes de nuestra nación.
Éste es el espíritu que atraviesa el guión. Desde el primer minuto la narración se centra en reivindicar los derechos humanos de la etnia Chaná, nativa de Sudamérica, que se consideraba extinguida. Para ello, Zeising sustenta su tesis con el testimonio del último sobreviviente: Blas Jaime, un ex predicador mormón que en 2005 se animó a desmentir el mito español que enterró su cultura y denunció a los medios que querían convertir el cementerio de su tribu en un estacionamiento de autos. Este hecho polémico fue tapa de grandes diarios y el Estado les dio el visto bueno, permitiendo que se visibilicen los pueblos originarios. Lantéc Chaná da cuenta de esto y pivotea sobre dos ejes cruciales. Por un lado, cuestiona el enorme déficit en materia educación, proponiendo la revisión de la historia y su modelo industrial. Por otro, pone en tela de juicio por qué las tribus se resistieron a asumir su identidad. Y aquí es interesante cómo la directora utiliza conceptos de autor para darle un marco teórico a su propuesta, como Opresores y Oprimidos, de Paulo Freire; Civilización y Barbarie, de Domingo Faustino Sarmiento; Cultura, Contracultura y Subcultura, de Ken Goffman; Base, Estructura, Superestructura, de Karl Marx. Este anclaje semiótico, en conjunción al testimonio del lingüista e investigador del CONICET Pedro Viegas Barros, aporta el conocimiento científico necesario para que su tesis no sea refutada. Juntos reconstruyen, enseñan, perpetúan la esencia aborigen y la materializan en el primer diccionario Chaná del mundo, que convirtió a Jaime en referente de la historia nacional cual enciclopedia viviente y ejemplo a seguir por sus descendientes que con coraje hoy se animan a hablar.
A nivel producción, su montaje paisajista se centra en un ecosistema cuyas locaciones, musicalización y utilería reconstruyen a la perfección las huellas de los Chaná. El rodaje se realizó en las provincias del Litoral, sobre todo Entre Ríos, donde llevaron a cabo el trabajo de campo de la investigación. En este sentido, cabe destacar los planos detalle arqueológicos (vestimenta, rituales y vasijas de cerámica gruesa donde decoran con palabras de su lengua nativa), que hoy forman parte de su patrimonio en el Museo Serrano de Entre Ríos, y también arquitectónicos, sus asentamientos y geografía.
Lantéc Chaná construye un material educativo para que la sociedad y las nuevas generaciones amplíen su visión de los nativos y, al mismo tiempo, cuestione la credibilidad de los libros de historia.