En su opera prima, Las calles, la directora María Aparicio combina documental y ficción entregando una sensible mirada sobre un lugar y su gente buceando en la memoria y la identidad.
Las calles de María Aparicio reconstruye un hecho real del 2010: una profesora de historia les da como consigna a sus alumnos buscar nombres para las calles de su pueblo. De esta manera aparecen las raíces y la esencia de Puerto Pirámides, una pequeña localidad del norte de Chubut, donde reina el mar y la pesca, en vez de ser un sustento de vida, se vuelve un arte para el espectador. Un contexto que pocos aprovechan y que tiene tantos recursos visuales como historias desconocidas.
Julia (Eva Bianco) invita a sus alumnos a recolectar información dentro de la comunidad, escuchando sus anécdotas, siempre haciendo hincapié en el lenguaje de la memoria. Las entrevistas sirven como hilo conductor, mostrando las diversas miradas de los antiguos pobladores. Desde sus comienzos como forasteros hasta cómo sobrevivieron a las adversidades y forjaron su porvenir. Los escenarios van cambiando y se genera una especie de ida y vuelta entre las diferentes generaciones de la comunidad. Y cómo a través de la unión reivindican su cultura y le ponen palabras a sus caminos.
Cielos atrapantes, mesetas áridas, el eco de las olas acompañando la música, son pequeños detalles que se ven a través de la cámara de Aparicio. Su registro casi documental permite adentrarnos en la mística de los paisajes, los colores intensos, el mar cambiante y la idiosincrasia de sus habitantes.
Así como lo hizo el escritor Osvaldo Bayer en La Patagonia Rebelde, la película funciona como puente para recordar que el sur también existe y que su historia merece ser contada a través de sus protagonistas.