El don de la palabra
La película de María Aparicio explora un hecho real desde la ficción, pero con una clara orientación documental. El resultado es óptimo, gracias a su nivel de observación que captura detalles con pertinencia y sensibilidad.
Basada en hechos reales, Las calles (2016) exhibe el proyecto que desarrolló Julia (Eva Bianco), única maestra de Puerto Pirámides. Allí, las calles no tenían nombre, y su iniciativa aspiraba a la elección de los mismos de forma democrática. Comprometida con su causa, Julia no sólo le permitió a su pueblo afianzar su identidad, sino que además promovió el diálogo entre generaciones, la investigación de sus jóvenes alumnos, y el conocimiento de figuras relevantes que hicieron su aporte a la historia local.
A tono con la proteica elección de buena parte del cine de la post-dictadura de integrar la ficción y el documental, Las calles funciona como una “historia mínima” que, en su recorrido, revela poco a poco un universo único. María Aparicio hace que Puerto Pirámides sea un espacio palpable, cada vez más familiar para el espectador. Y si su propuesta llega a niveles en donde el núcleo duro de lo real vira lentamente hacia una suerte de “lirismo cotidiano”, en buena medida lo logra gracias a la actuación de Bianco, actriz que se destacó en Los labios (Iván Fund, Santiago Loza, 2010), dueña de un rostro y un semblante que inspira candidez y naturalidad. La puesta propone dos movimientos en torno a su figura; por una parte, la “disección” de su cuerpo –en especial su personalísimo rostro- y, por otra parte, el recorrido que produce llevando a sus alumnos a entrevistar a los vecinos del pueblo. Esta doble operación la vuelve cotidiana, a la vez parte y todo de ese espacio tan inhóspito que es la Patagonia.
Pero Las calles es mucho más que un ejercicio sobre los límites entre el documental y la ficción. Es al mismo tiempo una película sobre la palabra y su incidencia en la memoria colectiva, escrita “puertas adentro” de una comunidad que ha hecho de la supervivencia un estilo de vida. La realizadora demuestra tener un nivel de observación extraordinario, además de revelarse como una auténtica documentadora de pequeños movimientos, balbuceos, ocurrencias y emociones. De modo que la película no sólo propone conocer un espacio geográfico; también nos muestra una manera de ser y de expresarse. Una de las joyas del 18 Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente - BAFICI.